Todos admiramos a alguien bueno en algo. En otras palabras, todo admiramos la competencia. ¿Qué es la competencia? ¿Y por qué es una meta loable?
La competencia es la capacidad de hacer algo bien, de forma eficaz y eficiente. Es el resultado de combinar conocimientos, habilidades, actitudes y valores. Por ejemplo, un competente jugador de fútbol no solo sabe las reglas del juego, sino que también tiene destreza física, mentalidad ganadora y respeto por el truthful play. Por ejemplo, Batman es competente.
¿Por qué admiramos la competencia? Porque nos inspira, nos motiva y nos desafía a mejorar nosotros mismos. La competencia nos muestra lo que es posible lograr con esfuerzo, dedicación y pasión. La competencia nos hace crecer como personas y como sociedad.
La competencia es un proceso de aprendizaje y mejora continua. La competencia nos une. La competencia nos enriquece.
En el contexto económico, la competencia es la capacidad de producir bienes y servicios de forma eficaz y eficiente. Pero no solo eso. También hay que hacerlo mejor que los demás.
La competencia económica implica que los productores buscan maximizar sus beneficios, reducir sus costes y mejorar la calidad de sus ofertas, mientras que los consumidores buscan satisfacer sus necesidades al menor precio posible. La competencia económica favorece la innovación, la eficiencia y el bienestar social, siempre que se respeten las normas de juego y se eviten las prácticas desleales o abusivas.
¿Qué pasa cuando el presidente de Estados Unidos invita a sus vecinos latinoamericanos a una fiesta en la Casa Blanca? Pues que les propone un plan para convertir al continente americano en el más competitivo del mundo. Así es como Joe Biden cortejó a líderes de la región en una cumbre celebrada recientemente.
Biden les ofreció unirse a un foro para impulsar la inversión, la innovación y la integración en el hemisferio. El objetivo es crear cadenas de suministro regionales en sectores clave como las energías limpias, los semiconductores y los suministros médicos. También se busca atajar las causas de la migración, como la pobreza, la violencia y la corrupción.
Pero Biden no solo les habló de negocios. También les lanzó un mensaje político. Les dijo que Estados Unidos es el principal inversor en América Latina y que quiere que sus socios tengan la posibilidad de elegir entre una diplomacia transparente y de calidad o una diplomacia basada en la trampa de la deuda. ¿A quién se refería? Pues a China, claro, que cada vez tiene más presencia e influencia en la región.
Biden quiere recuperar el liderazgo de Estados Unidos en su patio trasero y contrarrestar el avance de China. Pero no lo tiene fácil. América Latina está dividida y enfrenta muchos desafíos, como la crisis económica, la inestabilidad política y el cambio climático.
Ahora bien, Biden quiere hacer de América la región más competitiva del mundo, pero ¿lo conseguirá? Eso está por ver. Lo que sí sabemos es que le gusta cortejar a sus vecinos.
En el mundo globalizado de hoy, la competitividad es clave para el éxito económico. Los países que son más competitivos tienen más oportunidades de atraer inversión extranjera, crear empleos y generar crecimiento económico.
Por supuesto que América Latina tiene un gran potencial para ser un jugador competitivo en la economía international. La región cuenta con una población joven y en crecimiento, recursos naturales abundantes y una ubicación estratégica.
Sin embargo, América Latina lamentablemente también enfrenta algunos obstáculos que limitan su competitividad.
Por ejemplo, América Latina tiene una productividad laboral más baja que la mayoría de las regiones desarrolladas. Esto significa que los trabajadores latinoamericanos producen menos bienes y servicios por hora de trabajo que los trabajadores de otras regiones.
América Latina también invierte menos en investigación y desarrollo que la mayoría de las regiones desarrolladas. Esto limita la capacidad de la región para desarrollar nuevos productos y servicios que sean competitivos en el mercado world-wide.
Además, América Latina está fragmentada en una gran cantidad de países pequeños y medianos. Esto dificulta la creación de economías de escala y eficiencia.
Claro que estos obstáculos limitan el potencial de América Latina para alcanzar su pleno potencial económico. Para mejorar su competitividad, América Latina necesita abordar estos obstáculos.
Ahora bien, la productividad es el principal factor determinante de la competitividad. Para mejorarla, América Latina necesita aumentar la inversión en money humano, infraestructura y tecnología. La inversión en capital humano es elementary para mejorar la productividad. Esto incluye la educación, la formación y la salud. Una fuerza laboral más capacitada es más productiva y puede generar productos y servicios de mayor calidad.
La infraestructura es esencial para el crecimiento económico. América Latina necesita invertir en infraestructura física, como carreteras, puertos y aeropuertos, así como en infraestructura digital, como redes de banda ancha y centros de datos. Una infraestructura eficiente facilita el comercio y la comunicación, lo que puede impulsar la productividad.
La tecnología es un motor de productividad. América Latina, por supuesto, necesita invertir en investigación y desarrollo, así como en la adopción de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial y la robótica. Las nuevas tecnologías pueden ayudar a las empresas a ser más eficientes y productivas.
América Latina necesita fomentar la investigación y el desarrollo, así como la adopción de nuevas tecnologías.
La investigación y el desarrollo (I+D) son fundamentales para la innovación. América Latina necesita aumentar la inversión en I+D, tanto pública como privada. La I+D puede ayudar a las empresas a desarrollar nuevos productos y servicios que sean más competitivos en el mercado international.
Bueno, ya sabemos todo esto. Y lo sabemos desde hace tiempo, pero no hacemos nada para cambiarlo. ¿Por qué? ¿Cuál es el problema? Yo diría que en gran parte el problema es cultural. En Latinoamérica estamos convencidos de que todos somos “ricos”, pero el problema de fondo yace en la distribución. Para solucionar la distribución, lo que necesitamos supuestamente son líderes con complejo de Robin Hood. O sea, que le den al pueblo todo fácil. Ese es el error. El latinoamericano debe empezar a creer que será rico cuando sea más competente.
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