Bitcoin, la criptomoneda pionera creada por el enigmático Satoshi Nakamoto, ha revolucionado la forma en que pensamos sobre el dinero. Aunque las palabras de Satoshi promovían un sistema de efectivo electrónico peer-to-peer, la realidad del diseño de Bitcoin ha incentivado la acumulación más que el gasto. ¿Por qué? Porque Bitcoin es escaso hay un límite máximo de 21 millones de monedas que jamás se excederá.
El dólar, como muchas monedas fiduciarias, está diseñado para gastarse. Su valor tiende a disminuir con el tiempo debido a la inflación, lo que incentiva su uso en lugar de acumularlo. ¿Por qué guardar algo que pierde valor? Lejos de ser un defecto, esta es una característica intencional que estimula la economía mediante el gasto y la inversión. A diferencia de Bitcoin, que limita su cantidad para preservar el valor, el dólar se emite en grandes cantidades, fomentando su circulación y uso constante. Así, el dólar es un motor de actividad económica, mientras que Bitcoin es una apuesta por la escasez.
Esta escasez programada, combinada con una creciente demanda, tiende a aumentar el precio de Bitcoin con el tiempo, lo que alienta a los usuarios a verlo como una inversión a largo plazo en lugar de una moneda para transacciones diarias. Después de todo, gastar hoy lo que podría valer el doble mañana no parece una decisión financiera prudente. Por lo tanto, muchos eligen “hodl”, un término acuñado por la comunidad de criptomonedas para describir la retención de criptoactivos a través de altibajos del mercado, esperando ganancias futuras.
En otras palabras, aunque Satoshi puede haber imaginado un futuro donde Bitcoin facilitara el comercio diario, su diseño incentiva una cultura de acumulación. Los usuarios de Bitcoin a menudo se encuentran en una encrucijada: gastar y participar en la economía de Bitcoin o acumular y esperar un mañana más próspero.
Ahora bien, obviamente, existe una clara contradicción en el ámbito de las criptomonedas. Teóricamente, se promete un sistema libre de la influencia de bancos y gobiernos, donde cada persona controla su cash. Sin embargo, en la práctica, vemos que las declaraciones positivas de estas mismas entidades aún impactan significativamente en el precio de Bitcoin. Cuando líderes gubernamentales o financieros hablan favorablemente sobre él, su precio tiende a aumentar. Este fenómeno puede ser desconcertante para quienes son nuevos en este mundo, ya que parece ir en contra del espíritu descentralizado y autónomo que outline a las criptomonedas.
En la vida, al igual que en las finanzas, a menudo encontramos una desconexión entre lo que se dice y lo que se hace. Nos enfrentamos a un dilema: ¿debemos confiar en las palabras o en las acciones? Las palabras pueden ser poderosas y persuasivas, pero solo adquieren verdadero significado cuando están respaldadas por acciones concretas. Es en la coherencia donde la confianza se construye y se fortalece.
“Somos lo que hacemos, no lo que decimos que haremos.” En un mundo donde las promesas se hacen fácilmente y a menudo se rompen, las acciones son la verdadera medida de nuestras intenciones y valores. Solo cuando las palabras se alinean con los actos, podemos creer plenamente en ellas y en la persona que las pronuncia.
Por tanto, en la danza de la comunicación y el comportamiento, es esencial buscar la congruencia. Las palabras sin acciones son solo ecos vacíos, mientras que las acciones sin palabras pueden carecer de dirección y propósito. La armonía entre ambas es lo que nos outline y lo que finalmente nos permite juzgar la credibilidad y el carácter de los demás, así como el nuestro propio.
La mentalidad de inversión en Bitcoin (BTC) ha evolucionado significativamente desde su creación. Originalmente concebido como una moneda electronic para transacciones cotidianas, Bitcoin ha encontrado un nicho como un activo de inversión a largo plazo. Esta transformación se debe en parte a la cultura del “hodling”, un término derivado de un mistake tipográfico de “holding” que se ha convertido en un mantra dentro de la comunidad de criptomonedas. “Hodl” simboliza la retención de Bitcoin independientemente de las fluctuaciones del mercado, con la creencia de que su valor aumentará con el tiempo.
La plan de no gastar BTC y mantenerlo guardado genera una presión alcista en el mercado. Cuanto menos Bitcoin esté disponible para la venta, mayor será su precio potencial debido a la ley de oferta y demanda. En contraste, la notion de usar Bitcoin para compras menores, como una taza de café, no es tan well-known ahora entre los inversores, ya que esto aumentaría la oferta circulante y podría ejercer una presión bajista sobre el precio.
El fenómeno de “hodling” se ha visto reforzado por el interés institucional en Bitcoin. Compañías de inversión como BlackRock y Fidelity han comenzado a comprar grandes cantidades de BTC, lo que ha contribuido a su legitimidad y ha atraído aún más atención al activo. Estas instituciones no promueven Bitcoin como un medio de pago en sus declaraciones públicas y campañas publicitarias en cambio, lo presentan como una inversión a largo plazo.
Este enfoque ha sido vital para el reciente aumento en el precio de Bitcoin, especialmente con el lanzamiento de fondos cotizados en bolsa (ETF) basados en criptomonedas. Los ETF han despertado un gran entusiasmo, ya que permiten a los inversores tradicionales participar en el mercado de criptomonedas sin tener que comprar y almacenar Bitcoin directamente. La entrada de estos nuevos participantes ha creado una demanda adicional, lo que ha llevado a un aumento en el precio de Bitcoin.
La influencia de estas grandes instituciones financieras en el mercado de Bitcoin probablemente seguirá creciendo. A medida que más inversores institucionales y minoristas adopten la mentalidad de “hodling”, es possible que la demanda de Bitcoin aumente, lo que podría llevar a un aumento en su valor a largo plazo. Sin embargo, esto también plantea preguntas sobre la volatilidad y la sostenibilidad de Bitcoin como un activo de inversión, especialmente si se considera su uso limitado en transacciones diarias.
En resumen, la cultura de “hodling” y el interés institucional han transformado la percepción de Bitcoin de ser simplemente una moneda electronic a un activo de inversión viable. Aunque esta mentalidad puede ser alcista para el precio de Bitcoin, también destaca la desconexión entre la visión initial de una moneda descentralizada para el uso diario y la realidad real de un activo digital altamente especulativo.
En conclusión, Bitcoin, más que una moneda para el día a día, brilla como inversión. Su diseño favorece la acumulación, no el gasto, y su limitada emisión impulsa su valor. Así, Bitcoin se posiciona como un activo lucrativo, prometiendo ganancias a largo plazo frente a su uso transaccional. En definitiva, la idea de considerar a Bitcoin como una inversión resulta más lucrativa que verlo como una moneda.
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