El hecho de que el presidente electo Donald Trump haya elegido a dos empresarios –Elon Musk y Vivek Ramaswamy– para encabezar una comisión asesora centrada en racionalizar las operaciones gubernamentales sugiere que estas eficiencias provendrán de hacer que el gobierno funcione más como una empresa. En 2017, cuando era asesor de la Casa Blanca, Jared Kushner, que ahora dirige una firma de capital privado, hizo un discurso similar de que el pensamiento empresarial ayudaría a “alcanzar éxitos y eficiencias para nuestros clientes, que son los ciudadanos”.
Es una idea popular; también es terrible. Las empresas y el gobierno realizan trabajos fundamentalmente diferentes, y los esfuerzos por rehacer el gobierno con miras a reducir costos pueden terminar en un desastre. Esto se debe a que mucho de lo que hace el gobierno es difícil de cuantificar e implica tareas complicadas que inevitablemente requieren coordinación burocrática y, sí, ineficiencia.
Las empresas suelen funcionar de manera más eficiente que los gobiernos. Así que es natural concluir que si sólo los empresarios estuvieran a cargo de la administración pública, todo funcionaría mejor: filas más cortas en el Departamento de Vehículos Motorizados, menos sobrecostos en el Pentágono, servicio con una sonrisa en la seguridad del aeropuerto.
El problema, sin embargo, es que las empresas parecen más eficientes en gran parte porque lo que hacen suele ser más simple que lo que hace el gobierno. Tomemos como ejemplo la instalación de lunas en automóviles, un ejemplo clásico entre los economistas porque fue bien estudiado por Edward Lazear en los años noventa. Es una actividad solitaria y fácil de evaluar: un único instalador se encarga del trabajo y el propietario del vehículo rápidamente se da cuenta si la instalación está defectuosa. Es fácil, entonces, redactar un contrato que compense a un instalador en función de cuántos parabrisas cuida cada día, sin preocuparse demasiado por los efectos nocivos de que el instalador haga un trabajo de mala calidad.
Comparemos esto con, digamos, la tarea de prevenir ataques terroristas en suelo estadounidense. Atrapar terroristas es una tarea mucho más compleja que instalar un parabrisas, por supuesto, o incluso ensamblar un automóvil Tesla. Implica la cooperación entre muchas agencias: las oficinas de campo del FBI en todo el país, las fuerzas del orden locales, la CIA y otras agencias del Departamento de Justicia y la comunidad de inteligencia. Necesitan compartir información y desplegar una variedad de habilidades, como vigilar las redes sociales y rastrear y capturar delincuentes.
Y si todo se hace correctamente, no pasa nada. Es un trabajo elaborado que se mide por la ausencia de resultados, lo que podría deberse a que las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley son excelentes en lo que hacen o porque, en primer lugar, no había mucho riesgo de ataque.
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