¿Cuál es el valor de un código? En este caso, estamos hablando de un código que representa una tasa de cambio. En su sentido más literal, una criptomoneda no es otra cosa que una serie de números y letras en una base de datos. Su valor intrínseco es nulo por carecer de una existencia concreta. Después de todo, se trata de una abstracción. Sin embargo, este código puede establecer un precio. O sea, el código puede tener un valor monetario y puede ser usado como medio de intercambio. Entonces, la abstracción se puede convertir en riqueza material. Todo va a depender del respaldo social que logre obtener el código en cuestión.
En otras palabras, no es muy sencillo realizar una valoración objetiva de una criptomoneda. Porque lo subjetivo se entrelaza demasiado con lo objetivo. Lo que incrementa notablemente la complejidad de la inversión. Es costumbre denominar a los mercados de esta naturaleza como “mercados especulativos”. La palabra “especulación” no es muy popular en algunos círculos. Porque el término se usa con frecuencia en su versión más peyorativa. Entonces, los más sensibles se molestan al escuchar la palabra muy cerca de su criptomoneda favorita. Bueno, usemos, entonces, una fraseología más neutra para no ofender a nadie. Hablemos de “activos productivos” y “activos no productivos”.
Pensemos en una granja. Aquí estamos hablando de una empresa que produce bienes y servicios. El negocio todo puede tener un precio en el mercado. Pero este negocio no es un código en una base de datos. La operación cuenta con activos subyacentes e ingresos. O sea, la granja produce. Y esa producción genera ingresos. Entonces, en este caso, podemos realizar una valoración de los activos subyacentes y los ingresos de manera independiente a la cotización del negocio todo en el mercado. Este modelo permite unas valoraciones más objetivas.
Esto es distinto en el caso de los activos no productivos. Supongamos por un momento que el autor decide lanzar su propia criptomoneda: Supercoin. Se emiten 10 millones de unidades. Y el fundador decide conservar para sí 9 millones de unidades como un premio a su propia genialidad. Los ingresos obtenidos con las primeras ventas se gastan en promoción. Gracias a todas las promesas hechas, supongamos que logramos vender mil unidades a 1 dólar por unidad. Mi tío rico compró ese lote para el beneficio de su sobrino favorito. Bueno, la capitalización de mercado de Supercoin ascendió, de la noche a la mañana, a 10 millones de dólares. Por ende, me puede declarar como millonario. Pero soy un millonario en ganancias no realizadas. O sea, soy un millonario en papel.
Mi imperio, obviamente, está descansando sobre cimientos muy frágiles. O, mejor dicho, necesito un flujo constante de compradores para mantener el precio de Supercoin elevado. La solución es seguir promoviendo el proyecto. Debo hablar de mi solvencia. Debo hablar del futuro. Y debo hacer grandes promesas. Bueno, en el espacio cripto, hay muchos millonarios como el fundador de la ficticia Supercoin. Este es un mercado repleto de titanes de este estilo.
En esta era de posverdad, las redes sociales se utilizan para crear tribus digitales. Lo que implica que cualquiera puede encontrar una devota congregación. Lo que normalmente se hace es utilizar estos “códigos” como colateral para construir compañías. Se adquieren propiedades. Se contrata personal. Y se realizan campañas para obtener usuarios. En efecto, se ofrecen productos y servicios. Todo parece un éxito. En el papel, los activos superan a los pasivos. Pero, ¿cuáles son los activos? En muchos casos, es una criptomoneda (como mi supercoin) creada por los fundadores. ¿Y qué ocurre si estos proyectos pierden sus compradores? ¿Qué ocurre si los usuarios deciden todos irse al mismo tiempo? Bueno, el castillo de naipes colapsa.
Palabras más, palabras menos, así se podría resumir el colapso de Celsius, Terra/Luna, Three Arrows Capital, Voyager Digital y (más recientemente) FTX. El caso de FTX es, particularmente, irónico. Porque Sam Bankman-Fried, el flamante fundador de FTX, desde el principio de la crisis, se ha presentado como un salvador al estilo de un J.P. Morgan. Este caballero andante ofreció, en más de una oportunidad, rescatar a los afectados. Este truco publicitario sirvió para crear una ilusión de “solvencia” que al parecer nunca tuvo. Ahora resulta ser que el salvador necesita ser salvado. Entonces, esa supuesta solvencia no era tal. Sam nos estaba vendiendo aire.
El precio de Bitcoin ya estaba superando el colapso de Terra/Luna, la quiebra de Celsius y las demás debacles. El mercado estaba consolidándose dentro de un canal ($20.6K-$18.4K) con gran fuerza psicológica. El precio oscilaba coqueteando con los alcistas y coqueteando con los bajistas por turnos. Y ahora esto. Claro que el colapso de FTX creó una crisis de confianza. En consecuencia, el precio rompe con el soporte del canal para registrar un nuevo mínimo. Cunde el pánico…
Ahora bien, los bajistas ahora tienen más puntos a su favor. Tenemos factores externos y factores internos. La Reserva Federal de los Estados Unidos sigue subiendo los costos del crédito en su lucha contra la inflación. Eso significa una reducción de la liquidez. Además, con una guerra en Europa, una política de covid cero en China y problemas logísticos en muchos lares, los problemas del suministro persisten. La última temporada de reportes corporativos nos reveló una caída en el gasto. Lo que aviva los temores en torno a una posible recesión. O, dicho de otra manera, debido a la realidad macroeconómica y geopolítica, en este momento, las condiciones no están dadas para un boom alcista sostenido.
Debido a tanta volatilidad y a tanta incertidumbre, los inversores se están volviendo más conservadores. El miedo a perder supera la codicia de ganar. O sea, no son buenos tiempos para los activos de riesgo como Bitcoin. Los inversores, nos guste o no, lo aceptemos o no, están encontrando estabilidad y predictibilidad en el dólar y en el mercado de bonos. En lo que respecta al mercado de renta variable, los inversores sí están buscando oportunidades. Pero están comenzando por compañías subvaloradas en el sector valor.
La crisis de FTX nos recuerda nuestras fragilidades. Y, lógicamente, se crea una nueva crisis de confianza para Bitcoin y para todo el espacio cripto. Lo que no deja de ser un problema. ¿Por qué? Porque el miedo es peligroso. El miedo puede llegar a causar muchos problemas. Debido al miedo, se pueden generar huidas en masa. O sea, el mercado es muy bueno en realizar sus propias profecías. Entonces, un retiro generalizado puede causar más quiebras y colapsos. En tiempos como estos, lo más sensato es buscar refugio en activos estables y seguros.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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