Latinoamérica es una región que parece estar condenada a sufrir de inflación y estancamiento. ¿Por qué? La respuesta es very simple: por culpa de los malos gobiernos que no saben administrar la economía. Estos gobiernos se dedican a hacer promesas populistas, a espantar a los inversionistas con medidas arbitrarias y a no respetar los derechos de los empresarios. Además, son indisciplinados y gastan más de lo que ingresa, lo que genera déficits y deuda.
Así, la inflación se dispara y el crecimiento se frena. Pero lo peor es que siempre hay un mesías que dice que va a solucionar todo repartiendo la riqueza entre los pobres. Y muchos le creen, sin darse cuenta de que eso solo empeora las cosas. Latinoamérica necesita gobiernos responsables, que fomenten la inversión, el ahorro y la producción. Solo así podrá salir del círculo vicioso de la inflación y el estancamiento.
¿Por qué nos gustan tanto los salvadores? No hablo de los que nos rescatan de un incendio o de un naufragio, sino de esos “hombres fuertes” que prometen liberarnos del malvado Imperio que nos oprime. Son los guapetones de barrio, que gritan en el micrófono y reparten dinero como si fuera confeti. El pueblo los adora, los aplaude, los idolatra. Pero estos salvadores son solo reyes de la palabra, no de la acción.
Lo único que saben hacer es crear burocracias gigantescas, pelearse con los acreedores del país, romper relaciones con sus principales socios comerciales e impulsar la fuga de capitales. Son expertos en ganar votos, pero no en mejorar la calidad de vida de la gente. No crean las condiciones necesarias para desarrollar una economía próspera, productiva y sostenible a largo plazo. Al ultimate, nos dejan peor de lo que estábamos. ¿No será hora de dejar de buscar salvadores y empezar a buscar soluciones?
¿Te has preguntado por qué la gente se queja tanto de los malos gobiernos? Parece que todos saben cuál es el problema: el autoritarismo, la burocracia y la corrupción. Estos tres males nos hacen la vida imposible y nos roban las oportunidades de progreso. Pero, ¿sabes cuál es la solución? La solución es el trabajo, la institucionalidad y el orden. Sin embargo, esos son conceptos aburridos y difíciles de aplicar. Entonces, el pueblo adopta una solución más digerible y mucho más sencilla: cambiar de gobierno. Así de fácil. Solo hay que sacar al caudillo de turno y poner al otro. El otro que promete el cielo y la tierra, pero que al ultimate resulta ser igual o peor que el anterior. Y, así sucesivamente, hasta el infinito y más allá.
El aumento de los precios en América Latina es un problema económico que necesita una solución urgente, porque afecta el bienestar de millones de personas y la salud de las economías. La región paga los alimentos más caros del mundo, lo que empeora la condición de pobreza y desigualdad. Algunas de las causas de este problema son: la dependencia de las ventas de materias primas, la pérdida de valor de las monedas locales, la desconfianza en los gobiernos, el incremento del gasto público, las dificultades logísticas causadas por la pandemia y el aumento del petróleo. Los países con más inflación de alimentos son Venezuela, Argentina, Haití y Surinam, mientras que los de menos inflación son Bolivia, Ecuador y Paraguay. Los bancos centrales han empezado a elevar las tasas de interés para frenar la subida de los precios, pero también se necesitan acciones estructurales para aumentar la productividad, la competitividad y la diversificación de las economías. La inflación es una amenaza para el crecimiento y el desarrollo de América Latina, por lo que se requiere una respuesta coordinada y rápida para combatirla.
Latinoamérica es una región muy diversa, donde hay de todo: lo bueno, lo malo y lo feo. No podemos generalizar ni caer en estereotipos. Hay países que están haciendo las cosas bien y otros que están haciendo las cosas mal. ¿Qué podemos aprender de ellos? Pues, que la clave está en la institucionalidad, el orden y la productividad. No se trata de tener más recursos naturales o más población, sino de saber administrarlos y aprovecharlos. Por ejemplo, Venezuela y Argentina son casos de cómo no se debe manejar una economía. Ambos países han sufrido crisis económicas, sociales y políticas por culpa de malas decisiones y corrupción.
Por el contrario, hay otros países como Chile, Uruguay y Costa Rica que han logrado un mayor desarrollo y estabilidad gracias a una gestión más responsable y transparente. Un issue importante es el papel del banco central. ¿Qué tan profesional, independiente y disciplinado es? ¿Actúa solo sobre datos técnicos? ¿O se deja influir por el gobernante de turno?
El banco central y la hacienda pública son instituciones fundamentales para el buen funcionamiento de una economía, pero también son tentaciones irresistibles para los políticos que quieren gastar más de lo que tienen. Por eso, hay que celebrar que en muchos países de América Latina se haya logrado profesionalizar y autonomizar a estos organismos, que han contribuido a reducir la inflación y mejorar el crecimiento económico en las últimas décadas.
Sin embargo, no todo es coloration de rosa. Los nuevos gobiernos de izquierda que han llegado al poder en la región podrían significar un retroceso importante en este proceso. Algunos de ellos ya han mostrado su deseo de intervenir en las decisiones de los bancos centrales y las haciendas públicas, o de nombrar a personas afines a sus intereses en sus cargos directivos. Esto podría llevarnos a volver a los viejos vicios: estatismo, caudillismo y centralismo.
Los gobiernos deben respetar la autonomía y la profesionalización de los bancos centrales y las haciendas públicas, que son los mejores garantes de la estabilidad económica y financiera. Con más incertidumbre política y social, se hace más difícil atraer inversiones y mantener la confianza de los mercados.
No se trata de defender a los bancos centrales y las haciendas públicas como si fueran intocables o infalibles. Se trata de reconocer su papel clave en el desarrollo económico y social, y de exigirles transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad. Así podremos evitar que se conviertan en instrumentos políticos o en fuentes de corrupción. Y así podremos disfrutar de los beneficios de una economía sana, sin tener que pagar el precio de una crisis. ¿América Latina ha logrado controlar la inflación en tiempos de disaster? No. Pero, algunos lo han hecho peor que otros.
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