Cuando Mohammad Sultani, un refugiado de Afganistán, se mudó por primera vez con su familia a Maryland en 2013, tuvo dificultades para encontrar carne halal, por lo que abrió su propio negocio para llenar ese vacío.
Esta historia es parte de la serie de septiembre para pequeñas empresas de WTOP, patrocinada por EagleBank.
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Cansado de buscar carne halal, el dueño de este negocio de Maryland abrió su propia tienda
Cuando Mohammad Sultani, un refugiado de Afganistán, se mudó por primera vez con su familia a Maryland en 2013, tuvo dificultades para encontrar carne halal y otros ingredientes culturalmente significativos.
La carne halal se prepara de acuerdo con las leyes dietéticas islámicas, y Sultani quería asegurarse de que su familia tuviera acceso a alimentos que se alinearan con sus creencias y tradiciones.
“Cuando llegué aquí, comencé desde cero”, dijo Sultani. «No sabía nada sobre este país».
Inicialmente, Sultani tuvo que conducir unas 70 millas de ida y vuelta desde y hacia Virginia para conseguir el tipo de carne halal que buscaba.
Pero él no quería hacer eso para siempre.
Apasionado y decidido, Sultani decidió embarcarse en un viaje que finalmente lo llevaría a abrir su propia pequeña empresa: Bamyan Halal Meat en Columbia, Maryland.
«Traemos productos de todo el mundo», dijo Sultani. «El objetivo principal de este negocio es tener una carnicería que sirva carne fresca y toda carne halal».
Fueron necesarios años de planificación y trabajo duro. Para ahorrar el dinero que necesitaba para iniciar el negocio, Sultani aceptó un trabajo conduciendo un camión con remolque, pasando largas horas en la carretera y viajando por todo el país.
“Realmente trabajé mucho en eso”, dijo Sultani. “Mi mayor desafío fue no dormir. … A veces tenía que abrir los ojos para ver el camino y estaba físicamente agotado”.
Sultani trabajó como camionero durante seis años hasta que tuvo suficientes ahorros en su cuenta bancaria para abrir Bamyan Halal Meat.
Ahora, él y su familia están viviendo verdaderamente el sueño americano y no podría estar más feliz.
«Cuando abrimos este negocio al principio, todos los afganos estaban muy emocionados», dijo Sultani. «Es un sentimiento que no puedo explicar; nunca tuve este sentimiento; siento como si me hubieran pagado por cada noche que no dormí».
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