Un viernes de finales de septiembre, Donald J. Trump se tomó un tiempo fuera de la campaña para celebrar una reunión a puerta cerrada en Mar-a-Lago con funcionarios que representaban a la industria del vapeo.
Los emisarios del vapeo hablaron de flexibilizar las regulaciones y le dijeron al expresidente que había “salvado” la industria en el pasado. El grupo, incluido el director de campaña de Trump en 2016, Kellyanne Conway, y otro asistente de campaña de 2016, Michael Rubino, le mostraron maquetas de los anuncios publicitarios que enviarían durante el día de las elecciones. Trump pidió opiniones sobre lo que podría decir en las redes sociales sobre una cuestión regulatoria complicada.
En cuestión de horas, Trump había publicado sobre sus lealtades al asediado sector de los cigarrillos electrónicos. “Salvé Flavored Vaping en 2019”, escribió Trump en las redes sociales. “¡Salvaré el vapeo otra vez!”
El director de la Asociación de Tecnología del Vapor, Tony Abboud, que también estuvo en la reunión, rápidamente declaró que estaba “complacido” de que Trump “siguiera luchando por los vapeadores”. La industria del vapeo no ha contribuido significativamente a la carrera presidencial, pero la Asociación de Tecnología del Vapor ha estado enviando silenciosamente versiones de esos anuncios publicitarios a los votantes en estados en disputa, advirtiendo que los demócratas quieren “robar vaporizadores a los estadounidenses amantes de la libertad”.
Mientras Trump busca regresar a la Casa Blanca, ha recorrido un largo camino desde su discurso de campaña de 2016 de que era tan rico que era incorruptible. En aquel entonces, se burló de la clase de lobby y donantes del Partido Republicano y se jactó en su discurso de anuncio: «No necesito el dinero de nadie». Hoy en día, Trump busca dinero en efectivo en todas partes: pregunta a pequeños donantes en línea, presiona a colegas multimillonarios en comidas privadas en la Torre Trump y presiona para obtener donaciones de industrias reguladas por el gobierno.
Mientras lo hace, a veces hace promesas abiertas sobre lo que hará una vez que esté en el cargo, un nivel de explícito hacia industrias individuales y un puñado de multimillonarios que rara vez se ha visto en la política presidencial moderna.
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