Los impactos dañinos de la mayor concentración de la riqueza, la automatización de la industria y la catástrofe climática exigen que creemos una forma diferente de hacer negocios. Las estructuras corporativas tal como existen hoy en día son antidemocráticas, por diseño, dirigidas por y en interés de un pequeño grupo de élites.
Las empresas competitivas y rentables no tienen por qué centrarse únicamente en los accionistas. Hay formas efectivas de ampliar el poder y las ganancias a más partes interesadas. Esto incluye la presencia de diversas alternativas al modelo de negocio que da prioridad al accionista y que se poseen y se rigen en interés de las partes interesadas: trabajadores, comunidades locales y otros. Lo que diferencia a estas empresas es que su gobernanza es más democrática y la propiedad no está concentrada, por lo que las ganancias se comparten de manera más proporcional.
La propiedad de los trabajadores –específicamente la propiedad “de foundation amplia”, a diferencia de las opciones sobre acciones en manos de un subconjunto más pequeño de empleados– tiene una larga historia de generación de riqueza e influencia para los trabajadores. Al ofrecer a los trabajadores la oportunidad de compartir los beneficios de un sólido desempeño financiero corporativo, la propiedad de los trabajadores puede fomentar una verdadera cultura de propiedad y el deseo de involucrarse y hacer crecer la empresa. Especialmente cuando los trabajadores conocen cómo su trabajo contribuye al desempeño financiero corporativo y cuando tienen influencia en la toma de decisiones en el lugar de trabajo, puede haber una mayor sensación de alineación que ayude a hacer crecer el “pastel económico”.
El gobierno de Estados Unidos tiene el poder de crear un entorno empresarial eficaz para que los modelos de propiedad de los trabajadores aumenten los beneficios para las partes interesadas y reduzcan la desigualdad.