Nunca es fácil predecir la dirección del mercado. En muchos sentidos, sus vaivenes son impredecibles. Sin embargo, algo es seguro. Los mercados fluctúan. Suben y bajan. Y no hay mucho que el inversor pueda hacer al respecto. Lo irónico es que todo inversor debe tomar decisiones basándose en pronósticos. Después de todo, este juego consiste en comprar barato hoy para vender más caro mañana. Se invierte con una expectativa. Lo que se estima es el futuro en relación al presente. ¿Estaremos mejor?¿Estaremos peor?
Aquí no estamos hablando del inversor idiosincrático. Este inversor es, definitivamente, otro tipo de animal. Este inversor quiere cambiar el mundo con su dinero. En el fondo, es un reformador con una agenda ética, social o política que utiliza su dinero como un arma de cambio. Eso implica que se escoge el instrumento de inversión que se acopla a sus valores. En este caso, el lucro pasa a un segundo plano. Por ejemplo, digamos que tenemos dos opciones de inversión. La primera opción es la más rentable. Sin embargo, la junta directiva de la empresa no cuenta con mujeres o su actividad genera muchos gases de efecto invernadero. Un inversor idiosincrático podría escoger la opción menos rentable por razones más allá que financieras.
Un inversor idiosincrático está dispuesto a perder dinero para promover su causa. De hecho, muchos bitcoiners militantes compran BTC en una especie de cruzada contra el poder estatal. Ese es el tipo de inversor que dice: “El precio no importa”. Y, luego, complementa la expresión con una frase libertaria de algún tipo. Este no es un artículo para ese tipo de inversor. Este artículo está dirigido para el inversor que invierte su dinero para obtener más dinero. El objetivo es crecer financieramente. Así de sencillo.
En este contexto, la oportunidad es financiera y el riesgo es financiero. Se trata de ganar dinero o perder dinero. Estamos hablando de números y porcentajes. Lo demás es ruido. En un principio, únicamente gana o pierde el que arriesga. O sea, el que no arriesga no gana, ni pierde. Está a salvo. Eso quiere decir que no podemos equiparar la pérdida de una oportunidad con la pérdida de dinero. Supongamos que no invertimos en un activo que ha crecido explosivamente. Hemos podido ganar mucho dinero. Sin embargo, no lo hicimos, porque no compramos en el momento oportuno. Esa oportunidad perdida no implica una pérdida true de dinero para nuestro bolsillo. Hemos perdido la oportunidad. Pero no hemos perdido dinero. Son dolores distintos. Y hay que verlos distintos.
Ahora bien, la prioridad del inversor es cuidar su bolsillo. Eso significa que el primer deber del inversor es no decrecer. El segundo deber es crecer. El tercer deber es crecer agresivamente. Pero se debe preservar ese orden. Lo que implica que no podemos sacrificar el primer deber por ningún motivo. Y aquí tenemos que incluir tanto a las pérdidas realizadas como a las pérdidas no realizadas. Importante: No podemos perder dinero.
Recordatorio sobre la pérdidas no realizadas: Las pérdidas no realizadas también son pérdidas. Es un mistake tratarlas con indulgencia con la excusa de que supuestamente somos inversores a largo plazo. Las pérdidas no realizadas son también pérdidas en muchos sentidos. En primer lugar, nos recuerdan que pagamos caro por un activo que ahora se cotiza a un menor precio. En segundo lugar, la recuperación toma tiempo. Y ese dinero ha podido ser usado, durante ese mismo lapso, en opciones más rentables. En lo personalized, prefiero ganar 3% que perder 70%. Además, es mejor que el inicio de la recuperación nos encuentre con efectivo que sin él.
Supongamos ahora que estamos hablando de un portafolio diversificado y balanceado. La intención es crecer rápidamente de la manera más estable posible. Muchos inversores, por ejemplo, diseñan un portafolio 60/40. Los instrumentos de renta fija, normalmente, abarcan el 60%. Y los instrumentos de renta variable abarcan el resto. Lo primero aporta estabilidad y predictibilidad. Y lo segundo aporta crecimiento y riesgo. Cierto que los instrumentos de renta variable pueden generar pérdidas. Pero esas posibles pérdidas generadas por instrumentos particulares deben poder cubrirse por las ganancias de los demás instrumentos. Las pérdidas de inversiones individuales son inventables. Lo importante es no perder en el whole.
Digamos que compramos BTC en $65K con grandes expectativas. Sin embargo, las cosas no salieron como lo anticipamos. No hay problema. En el mundo de las inversiones, esos desaciertos son el pan nuestro de todos los días. Pero la misión es gestionar el riesgo. ¿Cuál fue nuestro stop-reduction? ¿$48K? En este escenario hipotético, tomamos una pérdida de $17K. Ese es el riesgo.
Claro que para asumir ese riesgo debemos considerar dos cosas. En primer lugar, la ganancia proyectada debe ser de por lo menos el doble para lograr una buena ratio riesgo/recompensa (danger/reward). Es decir, una ratio de 1:2. En segundo lugar, nuestras otras inversiones deben generar los ingresos suficientes para cubrir ese riesgo. De esta manera, estamos gestionando el riesgo para no tener pérdidas en el portafolio como un todo.
La narrativa fanática de las militantes en las redes sociales aconseja una postura sumamente imprudente e irresponsable. Después bombardear a la gente con montañas de dogmas libertarios y parafernalia antiestatal, la instrucción suele ser comprar BTC a cualquier precio, esperar para siempre y nunca vender. Según esta narrativa, Bitcoin es la panacea. Y todo lo demás es basura. Si el precio se desploma, no importa. Espera. BTC se presenta como una arca de salvación en la lucha contra el poder establecido.
El problema es que alguien tiene que poner el pan en la mesa. Y hay que cuidar el bolsillo. No todos estamos dispuestos a perder nuestros ahorros en una cruzada ideológica. El inversor está en su derecho de invertir su dinero con metas exclusivamente financieras. ¿O no? Invertir dinero por dinero no es ningún pecado. Inversor pragmático y no idiosincrático se ve en la obligación de gestionar el riesgo con estrategia.
La oportunidad se relaciona estrechamente con el riesgo. Es decir, la oportunidad de ganar está unida al riesgo de perder. Bitcoin ofrece muchas oportunidades. Pero, precisamente, por eso, se conoce como un activo de riesgo. Obvio que un activo tan volátil conlleva un gran riesgo. Lo contrario sería un activo estable. La estabilidad no da crecimiento. Pero da predictibilidad.
La reducción de la incertidumbre es el objetivo de la gestión de riesgo. Las oportunidades y los riesgos en el contexto de un portafolio de inversiones diversificado y balanceado se deben sopesar en la compleja y contradictoria relación entre estabilidad y crecimiento.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Noticias Blockchain. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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