Cuando abrimos nuestra destilería, estábamos completamente preparados para competir en un entorno de libre mercado. Teníamos entonces, y seguimos teniendo, un alto nivel de confianza y orgullo en los productos que destilamos y distribuimos.
Pero no nos equivoquemos, las pequeñas empresas como la nuestra carecen del tamaño para emplear una multitud de abogados y cabilderos como los que emplean nuestros mayores competidores. La complejidad del entorno regulatorio y la incertidumbre resultante en el mercado brindan ventajas adicionales a los grandes productores multinacionales de licores fuertes.
Somos cerveceros y destiladores. Conocemos la cerveza, la sidra y el whisky. No deberíamos tener que ser expertos en el código tributario ni en las regulaciones federales y estatales, aunque estamos comprometidos con el cumplimiento. Y por si su complejidad no fuera suficiente, el hecho de que siempre estén cambiando genera incertidumbre que constituye un obstáculo para el crecimiento. Los propietarios de pequeñas empresas como nosotros necesitamos seguridad en el mercado para poder centrarnos en gestionar nuestros negocios. Prefiero contratar más trabajadores para atender a los clientes que abogados.
Aún así, la lucha por nivelar el campo de juego a menudo parece una lucha interminable. En ninguna parte esto es más evidente que en la creciente controversia en torno a las exenciones fiscales propuestas para las grandes empresas de licores a expensas de las pequeñas destilerías. La legislación en Washington podría inclinar aún más la balanza a favor de los grandes actores de la industria.
En el centro de esta cuestión se encuentra el principio fundamental de justicia. Mientras que las grandes corporaciones de licores disfrutan de los frutos de las exenciones fiscales y los subsidios, sus contrapartes más pequeñas deben valerse por sí mismas. Estas exenciones fiscales, si se aprueban, amenazan con desestabilizar el mercado, poniendo en peligro los medios de vida de las pequeñas destilerías que contribuyen a nuestras economías locales.
El lobby de intereses especiales de las bebidas alcohólicas, con sus grandes bolsillos y su amplia influencia, está una vez más mostrando sus músculos en Washington. Legislaciones como la S.1781 y la HR 4073 en el Congreso representan el último intento de ampliar aún más la política comercial y fiscal a favor de las empresas multinacionales de bebidas alcohólicas, creando esencialmente una tasa impositiva efectiva del cero por ciento para ciertos productos de bebidas espirituosas importadas. Estas medidas están siendo impulsadas silenciosamente a través del proceso legislativo, con la esperanza de que pasen desapercibidas.
Quienes proponen estos proyectos de ley –y sus cabilderos– quieren enmendarlos para convertirlos en leyes que “deben aprobarse” para evitar votaciones independientes. Estos proyectos de ley de impuestos no sólo desestabilizarían el mercado, sino que modificarlos para convertirlos en leyes “obligatorias” socava la transparencia y la integridad del proceso legislativo.
Las pequeñas destilerías no sólo generan empleos y pagan impuestos, sino que también contribuyen al sentido de comunidad en nuestros vecindarios y pueblos pequeños. Son la encarnación del sueño americano, donde el trabajo duro y la innovación se ven recompensados con el éxito.
Y no se equivoquen: apoyo un gobierno limitado, impuestos más bajos y un entorno regulatorio estricto pero justo. Pero las exenciones fiscales propuestas sólo servirían para ampliar la brecha entre las grandes destilerías y las pequeñas, afianzando aún más la ventaja injusta de la que disfrutan las primeras.
Es imperativo que nuestros funcionarios electos reconozcan el impacto de sus acciones. Los habitantes de Nebraska merecen un proceso legislativo transparente y honesto, no acuerdos secretos que desestabilicen el mercado y brinden nuevas ventajas competitivas a las empresas multinacionales de bebidas alcohólicas. Si nuestras voces son escuchadas, soy optimista de que nuestra delegación federal se pondrá del lado de las pequeñas destilerías y del bienestar económico de nuestras comunidades.