Hace un año, India se estaba recuperando de una recesión causada por el Covid-19 con un paso más rápido. El país había superado a China como el país más poblado y sus líderes estaban declarando a la India la principal economía de más rápido crecimiento del mundo.
Esto fue música para los oídos de los inversores extranjeros y para el primer ministro de la India, Narendra Modi, quien en cada oportunidad se jactaba del inevitable ascenso de su país. Con 1.400 millones de habitantes, una India vigorizada podría convertirse en un caballo de batalla económico para impulsar al resto del mundo, que se tambalea en la niebla de las guerras comerciales, los problemas de China y la invasión rusa de Ucrania.
India desplazó a Gran Bretaña en 2022 como la quinta economía más grande del mundo, y se espera que el próximo año deje de lado a Alemania en el cuarto lugar. Pero India ha perdido un paso, revelando sus vulnerabilidades incluso cuando asciende en la clasificación mundial.
El mercado de valores, que se disparó durante años, acaba de borrar los últimos seis meses de ganancias. La moneda, la rupia, está cayendo rápidamente frente al dólar, lo que hace que las ganancias locales parezcan menores en el escenario global. La nueva clase media de la India, cuya riqueza aumentó como nunca antes después de la pandemia, se pregunta dónde salió mal. Modi tendrá que ajustar sus promesas.
Noviembre trajo el primer shock desagradable, cuando las estadísticas nacionales revelaron que el crecimiento anual de la economía se había desacelerado al 5,4 por ciento durante el verano. El año fiscal pasado, que se extendió de abril a marzo, registró un crecimiento del 8,2 por ciento, suficiente para duplicar el tamaño de la economía en una década. La perspectiva revisada para el actual año fiscal es del 6,4 por ciento.