Es un axioma escuchado innumerables veces en las salas de conferencias de las escuelas de negocios y en las llamadas de ganancias corporativas: la incertidumbre es mala para los negocios.
La economía estadounidense está a punto de probar esa propuesta como nunca antes.
Las primeras semanas de la segunda administración de Trump han sido un torbellino vertiginoso de los movimientos de política económica: se declaró una congelación de gastos y luego se rescindió. Los programas federales, e incluso las agencias enteras, han sido suspendidos o cerrados. Los aranceles han sido amenazados, anunciados, cancelados, retrasados o promulgados, a veces en cuestión de días o incluso horas. Las medidas de la incertidumbre de la política económica se han elevado a los niveles normalmente asociados con las recesiones y las crisis globales.
Los líderes empresariales, muchos de los cuales animaron la victoria electoral del presidente Trump, que esperan impuestos más bajos y una regulación reducida, se han quedado sacudiendo la cabeza.
«Tu suposición es tan buena como la mía lo que está sucediendo en Washington», dijo Nicholas Pinchuk, director ejecutivo del fabricante de herramientas automotriz Snap-on.
«Hasta ahora, lo que estamos viendo son muchos costos y muchos caos», dijo Jim Farley, director ejecutivo de Ford Motor, a los inversores en una conferencia en Nueva York esta semana.
«Es como si tu cabeza estuviera girando con lo que está llegando, simplemente nunca se sabe», dijo Chad Coulter, fundador y director ejecutivo de Biscuit Belly, una cadena de restaurantes de desayuno con sede en Louisville, KY.