Los mercados bursátiles han reaccionado con alegría ante la noticia de que Donald Trump será el presidente número 47 de Estados Unidos. Alentados por las esperanzas de desregulación y recortes de impuestos, los inversores globales inyectaron una cifra récord de 149.000 millones de dólares en fondos cotizados en bolsa de Estados Unidos en noviembre, sin dejarse intimidar por los temores de inestabilidad política y guerras comerciales. Tal euforia ha llevado ahora a las acciones estadounidenses a su nivel más alto en comparación con los mercados globales desde que comenzaron los registros hace más de un siglo.
Muchos directores ejecutivos pueden estar felices de cambiar la carga regulatoria y las políticas antimonopolio de la administración Biden por los planes desreguladores de Trump y su compinche, Elon Musk. Pero los inversores y los líderes empresariales deberían ser cautelosos. Nuestra investigación muestra que, si bien los mercados inicialmente celebran el regreso de los populistas de derecha al poder, esas grandes esperanzas casi nunca se hacen realidad.
Descubrimos que cuando los populistas de derecha regresan al poder, consistentemente obtienen desempeños bursátiles deficientes y precios al consumidor en aumento. Estos resultados se hacen eco de los de otras investigaciones, como un estudio de American Economic Review que muestra que populistas como Trump dejan países con menor crecimiento económico, mayor deuda nacional e inflación.
La primera razón es sencilla. La naturaleza cortoplacista de los avances económicos de los populistas refleja el cortoplacismo de sus políticas. Los aranceles pueden beneficiar a los fabricantes estadounidenses durante uno o dos años al bloquear la competencia extranjera, pero otros países tienen un incentivo para responder del mismo modo. El daño resultante se produce a expensas de los consumidores estadounidenses.
Lo mismo se aplica a los recortes de impuestos no financiados. Pueden impulsar la demanda de los consumidores, los empleos y las ganancias por un tiempo, pero también pueden crear volatilidad, cuando los inversores comienzan a reaccionar ante los crecientes déficits y el gasto desenfrenado de un gobierno. En una señal ominosa para Estados Unidos, Pimco, uno de los fondos de bonos más grandes del mundo, ya ha dicho que reducirá sus tenencias de deuda gubernamental estadounidense a largo plazo, incluso antes de que Trump asuma el cargo.
Más allá de las políticas miopes, el riesgo mucho mayor para la prosperidad de Estados Unidos proviene de la amenaza que los populistas representan para las instituciones. Como sostienen los economistas ganadores del Premio Nobel Daron Acemoglu y James Robinson, en última instancia son las buenas instituciones, más que cualquier conjunto de políticas, las que forman la base de la riqueza de un país. Un populista puede implementar políticas favorables al crecimiento en el corto plazo, como lo hizo el Primer Ministro Viktor Orban en Hungría con su impuesto único y el Primer Ministro Narendra Modi en India con la desregulación. Sin embargo, una vez que socavan los sistemas que ayudan a las empresas a formular planes a largo plazo y garantizar la confianza de los inversores (como los tribunales independientes, los bancos centrales y los reguladores), esas ganancias acaban por desvanecerse.
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