Uno de los efectos inesperados de Covid fue el surgimiento de nuevos proyectos empresariales, resultado de que los empresarios llegaron a la conclusión de que sus vidas necesitaban un cambio, según el economista de la Universidad de Maryland, John Haltiwanger, en un estudio publicado recientemente. El informe señala cómo “las solicitudes para nuevas empresas aumentaron sorprendentemente durante la pandemia de COVID-19, y aumentaron más en industrias arraigadas en cambios en el trabajo, el estilo de vida y los negocios de la era de la pandemia”. Muchas de las iniciativas del momento fracasaron. Arthur Manukyan, director de desarrollo empresarial de Prelaunch.com, estima que “hasta el 70%” mordió el polvo. Dicho esto, cree que esa cifra se puede revertir.
Nadie quedó inmune a los fiascos, desde las nuevas empresas hasta los gigantes corporativos como Amazon, que tuvo que dejar de vender su primer teléfono inteligente (Fire Phone) apenas 15 meses después de su lanzamiento. Para reducir esta elevada tasa de fracaso, la empresa internacional de Manukyan, con sede en Estados Unidos, forma parte de un grupo llamado The Crowdfunding Formula, que reúne a especialistas en recaudación de fondos, desarrollo de ideas, creación de comercio electrónico y publicidad y relaciones públicas. Su modelo está dirigido a nuevos emprendedores. “Invertimos en riesgo y equipos. No hay honorarios, sólo comisiones. Si la idea prospera, nosotros también”, resume Manukyan.
Una de las claves del TCF es la incorporación del consumidor en cada fase del proyecto. Los usuarios potenciales que muestren interés en un producto se integrarán en un grupo que participa en su diseño, determinación del precio y posibles mejoras y modificaciones. “No existe una metodología similar. Está basado en datos reales. En otros modelos, el cliente participa a cambio de dinero y su perspectiva es sesgada. Nuestro sistema consiste en descubrir quién quiere qué producto y ellos lo hacen funcionar”, explica Mariam Hambardzumyan, cofundadora de Prelaunch.com.
La red de empresas del TCF asume todos los riesgos (sin financiación pública) y guía al empresario en cada paso. “Una buena idea tiene que encontrar su camino, ese es nuestro negocio”, afirma Manukyan. La tasa de fracaso se reduce porque el objetivo colectivo es la capacidad de afrontar desafíos, modificar la estrategia y revertir un enfoque inicial equivocado.
Benoit Macq, ingeniero de la KU Leuven de Bélgica que no participa en TCF, coincide en que la planificación debe incluir al usuario final durante todo el proceso. «Cuando tienes una tecnología, necesitas que la gente la quiera y la utilice», afirma. Macq enlazó con los responsables de TCF en Ereván, Armenia, donde participó en las dobles jornadas internacionales del Congreso Mundial de Innovación y Tecnología y Digitec, a las que EL PAÍS fue invitado junto a una decena de publicaciones internacionales.
El profesor e investigador de Harvard Cass Sunstein, asesor del expresidente estadounidense Barack Obama, añade otro aspecto a tener en cuenta a la hora de desarrollar proyectos. Lo llama «lodo» y define el concepto como «una maldición que impide aprovechar los avances tecnológicos, intencionalmente o no». “Es una barrera que impide el acceso”, explica durante la WCIT, antes de añadir que no se trata sólo de factores burocráticos, sino que también tiene que ver con elementos psicológicos, económicos y de recursos.
La educación también es importante, como explica Artavazd Minasyan, físico, matemático, miembro de la organización Digitec y emprendedor tecnológico. Minasyan presentó Armath, una iniciativa público-privada enfocada en introducir a niños de entre 10 y 18 años en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas a través de actividades extracurriculares. “El 50 por ciento de los participantes en el programa orientan sus carreras hacia estos campos”, afirma.
La conferencia ya ha dado origen a proyectos como Cifora, una plataforma para la toma de decisiones de emergencia, y Titan, una aplicación que conecta a 11.000 clientes con los proveedores de servicios que necesitan. Fast Shift, especializada en todas las áreas del desarrollo digital, es otra propuesta que cobró vida aquí. Además, Krisp, que utiliza inteligencia artificial para cambiar el acento por uno más accesible para el oyente. Y Sada, un proveedor de servicios empresariales en la nube.
Carlota Galván, responsable de medio ambiente, social y gobernanza de HBX Group, no ha asistido a la conferencia internacional de Ereván, pero afirma que el fracaso es una idea que se ve impactada por varios factores, como la falta de una visión clara, la falta de coordinación con los planes generales, dirección firme, recursos o adaptación a las necesidades del mercado. “Los proyectos tienen que ser muy ágiles y flexibles, capaces de adaptarse a los constantes cambios del mercado y de los usuarios. De lo contrario, rápidamente se vuelven obsoletos”, afirma.
Destaca la importancia de probar el producto, evaluar riesgos y oportunidades, establecer alianzas estratégicas, involucrar a todos los participantes y monitorear continuamente el proyecto. “Hay que tener el por qué y el para qué”, dice Galván.
HBX Group, una empresa de tecnología de viajes, ha aplicado esos criterios para desarrollar microdestinos turísticos en colaboración con comunidades rurales de México. “Comenzamos con un pequeño piloto, trabajando con siete cooperativas. Eso nos permite ajustar nuestro enfoque según los resultados y aspectos particulares de cada comunidad. El éxito de ese piloto nos ha dado la confianza para expandir el proyecto a otros países en un futuro próximo”, afirma Galván.
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