¿Qué está pasando en los Estados Unidos? Pues resulta que la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, está llamando a los que mandan en las empresas para decirles que se preparen por si se les acaba el dinero. ¿Y por qué se les va a acabar el dinero? Porque los políticos no se ponen de acuerdo para subir el límite de lo que pueden gastar. Yellen les ha dicho que si no lo hacen antes del 1 de junio, se van a quedar sin poder pagar sus cuentas —una fecha que se ha adelantado para meterles prisa al presidente Joe Biden y a los republicanos que le llevan la contraria.
Al tío Sam se le ha ido la mano con la tarjeta de crédito y ahora debe más de 31 billones de dólares. Sí, has leído bien: billones con b. Y necesita que el Congreso le dé permiso para seguir gastando. Pero cuidado, que esto puede acabar mal. Si no lo consigue, se quedará sin dinero para pagar sus cuentas a principios de junio. Los republicanos le piden que recorte gastos y que cambie su system de gobierno. Janet Yellen dice que eso sería un desastre económico y financiero, y que podría provocar una crisis constitucional. Con tanto enfrentamiento, extremismo y cabezonería, no me extraña que los conservadores nos tengan en vilo hasta el último momento para hacernos sufrir. Una suspensión de pagos sería muy mala para los mercados globales y para la imagen de Estados Unidos.
¿Sabes de dónde salen las cosas que da el gobierno, como las escuelas, los hospitales, los policías o las carreteras? Pues de nuestros bolsillos. Sí, sí, de los impuestos que pagamos cada vez que compramos algo o cobramos un sueldo. Pero resulta que el gobierno es un poco derrochador y se gasta más de lo que tiene. Entonces tiene que pedir dinero a otros. Lo hace vendiendo unos papelitos que dicen: “te doy esto ahora y tú me das más luego”. Pero el gobierno tiene que devolver ese dinero y a veces no le llega con lo que saca de nuestros bolsillos. Entonces tiene que pedir más dinero para pagar el dinero que debe. Vende más papelitos para pagar los papelitos que se le caducan. Pero hay un problema: el gobierno no puede pedir todo lo que le dé la gana, porque hay unas normas que le ponen un límite. Si llega a ese límite y no puede pedir más, se queda sin pasta para pagar sus deudas. Esa situación de moroso es muy mala, porque nadie le va a querer prestar más y el país se va a quedar parado. Así de sencillo.
Al gobierno de Estados Unidos no le está entrando tanto dinero como esperaba. La Oficina de Presupuesto del Congreso ha dicho que hay un riesgo muy grande de que el Tesoro se quede sin pasta a principios de junio porque los impuestos no le dan para tanto. En un informe que sacaron la semana pasada, los economistas de la Casa Blanca dijeron que si no paga sus deudas durante mucho tiempo se cargaría más de 8 millones de empleos y haría que el mercado bursátil valiera la mitad. El informe calculó lo que pasaría bajo tres posibilidades: que no se pongan de acuerdo, que no paguen un poco y que no paguen mucho. En otras palabras, estamos hablando de un verdadero desastre.
Ahora bien, debemos recordar que la deuda de uno es el activo de otro. La pregunta es: ¿Quiénes son los principales acreedores del tío Sam? En primer lugar, la Reserva Federal de los Estados Unidos, el banco central. En segundo lugar, los propios ciudadanos y empresas estadounidenses, que compran bonos del gobierno como forma de ahorro. En tercer lugar, los gobiernos extranjeros, especialmente China y Japón, que tienen grandes reservas de dólares y bonos estadounidenses.
¿Qué pasaría si el gobierno no paga a sus acreedores? Pues que estos se enfadarían mucho, porque a nadie le gusta perder dinero. Imagina que tú le prestas dinero a un amigo y luego él no te lo devuelve. ¿Te gustaría? Seguro que no. Pues lo mismo les pasa a los que le prestan dinero al gobierno. Si el gobierno no les paga, se sentirán engañados y perderán la confianza en él. Y eso puede tener consecuencias inmensurables para el sistema financiero estadounidense. Porque si nadie le quiere prestar más dinero al gobierno, este tendrá que recortar gastos en cosas importantes como la educación, la salud o la defensa. Y eso afectará a la economía y al bienestar de los ciudadanos. Además, si el gobierno no paga sus deudas, el dólar se devaluará y perderá su valor como moneda internacional. Y eso hará que todo sea más caro y difícil.
¿Qué está pasando en el Congreso? Pues que se ha convertido en una batalla ideológica entre dos bandos enfrentados. El bando conservador tiene mucha razón en sus argumentos. Por supuesto que el gasto es excesivo y la disciplina fiscal es muy importante. Pero también lo es evitar que la casa se queme. Imagina que tu hijo rebelde se ha puesto muy enfermo por fumar demasiado. Tú le habías advertido muchas veces que dejara de hacerlo. ¿Qué harías? ¿Le llevarías al médico o le dirías: “te lo dije”? Estamos en una disaster. Y es el momento de encontrar una solución. No es el momento de dar lecciones morales. Si perdemos tiempo en sermones, el barco se puede hundir. Y entonces no habrá dinero ni para pagar las deudas ni para hacer las cosas bien.
Por eso, es urgente que los políticos dejen de lado sus diferencias y se pongan de acuerdo para subir el límite de deuda. No se trata de darle un cheque en blanco al gobierno para que siga gastando sin regulate. Se trata de evitar un desastre que nos afectaría a todos. Los conservadores tienen razón en pedir más responsabilidad fiscal. Pero, en este momento, lo más importante es tener sentido común. Porque el costo de no pagar tus deudas es demasiado alto. El Congreso debe llegar a un acuerdo rápido sí o sí.
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