¿Con quién debería hacer negocios Latinoamérica? A primera vista, la respuesta parece obvia: con Estados Unidos, su vecino del norte. Después de todo, la proximidad geográfica, el mismo huso horario y la historia compartida son ventajas que no se pueden ignorar. Sin embargo, a veces la política se interpone y nos hace perder oportunidades de cooperación y desarrollo. Por eso, algunos países han buscado otros socios más lejanos, pero más dispuestos a invertir y comerciar. El caso más notable es el de China, que se ha convertido en el principal comprador, proveedor y financiador de gran parte de la región. ¿Y qué pasa con Europa? ¿Qué papel juega en este escenario?
Europa es un socio importante, pero no tan decisivo como los otros dos. Tiene una relación histórica y cultural con Latinoamérica, pero también tiene sus propios problemas internos y externos que le impiden tener una mayor presencia e influencia. Así que, Latinoamérica tiene que elegir entre tres opciones: el vecino cercano pero complicado, el socio lejano pero generoso o el amigo antiguo pero distraído. Lo que está claro es que no se puede ignorar a ninguno de los tres.
El jueves 15 de junio de 2023 terminó la visita de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a América Latina. Durante su gira, habló de proyectos en la región y manifestó su deseo de que se apruebe un tratado entre las dos partes antes de que acabe el año. ¿Palabras o realidad?
La presidenta de la Comisión Europea visitó cuatro países: México, Brasil, Chile y Argentina. En cada uno de ellos, firmó acuerdos comerciales, ambientales y de inversión. ¿Qué buscaba? Pues abrir nuevos mercados para los productos europeos y asegurarse el suministro de materias primas para la transición ecológica.
Por ejemplo, en Chile y Argentina se interesó por el litio, un mineral que se united states para fabricar baterías para coches eléctricos. En Brasil, ofreció ayuda para proteger la Amazonía, el pulmón del planeta. Y en México, dio el último empujón al tratado de libre comercio con la Unión Europea.
Pero no todo fue coser y cantar. También hubo obstáculos y críticas. Algunos países del Mercosur (un bloque comercial formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) no están muy contentos con algunos acuerdos hechos en el pasado. Algunos dicen que los europeos les ponen muchas trabas para vender algunos de sus productos. Y los europeos les piden que cumplan con los compromisos adquiridos en el marco del Acuerdo de París sobre cambio climático y que respeten los derechos humanos y laborales.
¿Conseguirá Ursula von der Leyen convencerlos a todos de que el acuerdo es bueno para ambos lados? ¿Logrará la UE diversificar sus fuentes de energía y reducir su dependencia de China? ¿Será capaz América Latina de aprovechar las oportunidades que le ofrece Europa? Estas son algunas de las preguntas que quedan en el aire después de la gira de la líder europea. Solo el tiempo dirá si fue un éxito o un fracaso.
Europa es un continente muy diverso, que se suele dividir en grandes bloques según criterios étnicos, religiosos, económicos o geográficos. Probablemente, la división más notoria es la del norte y el sur, que refleja muchas de las diferencias culturales, sociales y políticas entre los países europeos. Estas diferencias se manifiestan también dentro de cada país, donde existen rivalidades regionales. O sea, dentro de la Unión Europea, hay mucha fragmentación, lo que debilita su rol en el mundo.
La Unión Europea (UE) surgió después de la II Guerra Mundial como un proyecto de integración y cooperación entre los países europeos, liderado por Francia y Alemania. Actualmente, la UE está compuesta por más de 25 países, pero afronta muchos desafíos y problemas. Es un bloque muy diverso y complejo que creció de manera muy rápida en muy poco tiempo. Por eso, la UE padece de una excesiva burocracia que obstaculiza la toma de decisiones y la adaptación a las necesidades de cada país.
Latinoamérica está mirando mucho hacia China. ¿Por qué? Porque China es un gran comprador de materias primas, y Latinoamérica tiene mucho que ofrecer. Por otro lado, China se ha convertido en un gran prestamista para la región. Lo que nos recuerda que Latinoamérica todavía depende mucho de exportaciones de materias primas. O sea, productos de poco valor agregado. No hay mucha conversación de tecnología e innovación. Siempre hablamos de lo mismo. Minerales y productos agrícolas.
Ahora, con este giro a la izquierda en algunos países de la región, muchos gobiernos seguramente se sentirán inclinados a fortalecer la relación con China porque China no se meten en temas como los derechos humanos y democráticos. Los europeos no son como los chinos. Me da la impresión de que el viaje de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, haya sido solo una visita de cortesía. Me temo que no habrá ningún cambio de fondo.
En lo own, siento que la región debe cultivar mejores relaciones con los Estados Unidos y Europa… aunque en muchos casos no tenga sentido económico. Sin embargo, hay lazos culturales e históricos. Y más allá, hay unos valores. Latinoamérica se podría beneficiar mucho del estándar occidental. No podría decir lo mismo del estándar que imponen China y Rusia.
Latinoamérica y Europa son como dos amantes que se quieren, pero no se necesitan tanto. Ambos tienen mucho que ofrecerse: cultura, historia, recursos, cooperación. Pero también tienen otros pretendientes que les seducen más: Estados Unidos, China, Rusia. En el contexto actual, ninguno es la prioridad del otro. Latinoamérica prefiere a los gigantes económicos y políticos por encima de Europa. Y Europa hace lo mismo. Hay una relación, pero no es una relación muy comprometida.
Nos guste o no, este mundo se mueve más por los intereses que por los valores y estándares éticos. Sin embargo, tal vez algún día Latinoamérica y Europa descubran que comparten más de lo que piensan, y que unidos podrían ser más fuertes y felices. O quizás no. El amor es así de complicado.
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