Celsius, Voyager y Three Arrows Capital se declararon en bancarrota este año. Y eso sin mencionar el colapso del sistema Terra/Luna. Todos estos derrumbes se convirtieron en una fuente interminable de preocupación para muchos inversores. Las personas que tenían dinero en esas empresas y plataformas fueron los afectados directos del asunto. Sin embargo, todos sentimos el golpe. Porque se temía un efecto dominó. Esta crisis a la Lehman Brothers en el espacio cripto causó mucha inestabilidad e incertidumbre. De hecho, generó gran pánico durante muchas semanas. ¿Cuál será el próximo proyecto en caer? No lo sabemos.
Ahora bien, uno se pregunta: ¿Aprendimos algo? La autocustodia no es una solución. Eso de “no tus llaves, no sus monedas” cala muy bien dentro de un sector. Pero no es para todo el mundo. Los libertarios, los anarco-capitalistas y los ultra-conservadores, normalmente, llevan la desconfianza a niveles extremos. De hecho, se podría decir que a niveles paranoicos. Lo que no es algo nuevo. Estos grupos llevan siglos promoviendo un individualismo radical y escondiendo oro en sus patios. Ahora, dentro del espacio cripto, esa corriente ha encontrado mucho eco. Se podría decir que son la versión 2.0 de los viejos escarabajos del oro.
El esconder nuestro dinero debajo del colchón tiene sus límites. Tarde o temprano, el dinero busca circular. En algún punto, todos nos convertimos en prestamistas. Todos nos convertimos en deudores. En otras palabras, el aislamiento financiero es muy raro. Y, en caso de darse, resulta muy limitante. En la contabilidad, una deuda se escribe dos veces. Es activo y, al mismo tiempo, es pasivo. O sea, el activo de uno es el pasivo del otro. El sueldo del empleado es un activo para él, pero es un pasivo para su empleador. El alquiler de una vivienda es el pasivo del arrendatario y el activo del propietario. Y así va el asunto.
En la práctica, todos somos una impresora de dinero, porque todos tenemos la capacidad de emitir deuda. ¿Qué es una deuda? Una deuda es una promesa. La promesa de pagar en el futuro. Sin crédito, el mundo no funciona. Sin embargo, en el caso de los préstamos, siempre tenemos el riesgo de impago. O sea, podemos perder nuestro dinero por el incumplimiento del otro.
Ahora bien, custodia no es sinónimo de propiedad. Uso no es sinónimo de propiedad. De hecho, el entero sistema capitalista se basa en el hecho de poder trabajar con dinero ajeno. La frase “no tus llaves, no tus monedas” es una falacia. Se trata de una falsa equivalencia. Un granjero puede cuidar y trabajar un lote de tierra ajena. Sin embargo, esto no lo convierte en el propietario del lote. El propietario puede ser otra persona. De hecho, podemos dar en préstamo un martillo al vecino. Pero eso no implica que el martillo deje de ser nuestro. Si nuestro martillo nunca es devuelto, esa es otra historia. Sin embargo, abolir todos los préstamos del mundo en consecuencia es llevar el asunto a un extremo.
La crisis en Chipre o el corralito en Argentina no han hecho que todo el mundo esconda su dinero debajo del colchón. En estos casos, lo que normalmente ocurre es que las personas buscan refugio en jurisdicciones más confiables. De este modo, se obtiene un mejor custodio. O sea, se disfruta de los distintos productos y servicios que ofrecen los bancos y, al mismo tiempo, se minimizan los riesgos. La autocustodia es perfectamente válida. Sin embargo, es una solución bastante riesgosa e inconveniente. Puede parecer una panacea para el inversor idiosincrático que desconfía de los demás. Pero no es una solución para todo el mundo.
La quiebra de Celsius no es necesariamente un punto a favor de la autocustodia. De pronto, nos recuerda la necesidad de encontrar mejores servicios de custodia. Si comemos en la calle y nos enfermamos del estómago, distintas personas reaccionan de distintas maneras. Una persona podría dejar de comer en la calle para solo comer en casa. La otra persona podría comenzar a ser más selectiva a la hora de comer en la calle. La misma situación. Distintas soluciones. Uno se limita. El otro se expande.
¿Por qué cae Celsius? Se podría decir que por una mala gestión del riesgo. Se acumularon muchos pasivos apoyados en activos muy volátiles. Luego, caen los precios. La gente, en pánico, busca hacer retiros. Pero no hay suficiente pasta para cumplir con todos. Mejor dicho, Ícaro voló muy cerca del sol y se le quemaron las alas. El exceso de confianza es un mal muy difundido en el espacio cripto. Casi todos conspiran para crear una ilusión de certeza. Entonces, tenemos un espíritu alcista crónico que constantemente subestima los riesgos. Algunos llaman esto: “optimismo”. Pero bien podría llamarse “irresponsabilidad”. Se hacen falsas promesas todo el tiempo debido a las ansias de promover.
En este caso, se podría decir que hubo más estupidez que maldad. O sea, es posible que Alex Mashinsky, CEO de Celsius, sí creía en sus propias mentiras. Me atrevería a decir que Mashnsky estaba muy convencido de que Bitcoin llegaría a $100K o más a principios de este año. Y actúa en consecuencia. De pronto, para él, no había riesgo. Después de todo, “los bancos son el verdadero riesgo”. Véase esta entrevista.
La narrativa de Celsius Network estaba dirigida al inversor idiosincrático. “Banks are not your Friends” (“Los bancos no son tus amigos” en español), decía una camisa que Mashnsky vestía todo el tiempo. Estas estrategias normalmente funcionan, porque a la gente le encanta tener enemigos. Claro que esa retórica revolucionaria tan usada en este ecosistema servía como una distracción para ocultar que Celsius Network no era otra cosa que un nobanco no registrado. O sea, un ente que funcionaba como un banco, pero sin las garantías y protecciones de un banco convencional.
En criptolandia, atacar a los bancos privados, a los bancos centrales, a los gobiernos, y al dólar te convierte en un héroe. La cuestión es que la oposición siempre tiene la razón desde las gradas. Sin lugar a dudas, las utopías son perfectas en Twitter. Pero, ¿qué ocurre cuando los revolucionarios llegan al poder? ¿Son mejores?
Necesitamos mejores servicios de custodia. Necesitamos regulación. Y necesitamos actores más responsables. Las narrativas crean comunidades en las redes sociales. Pero muchos solo dicen lo que los demás quieren escuchar para captar seguidores y capitales. La fe siempre viene seguida de la decepción. Eso, obviamente, es algo que debe cambiar. ¿Aprendimos algo con todas estas quiebras y colapsos? Esperemos que sí.
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