Las criptomonedas han sido condenadas por su historial ambiental en un momento en que las inversiones tradicionales se han movido rápidamente hacia valores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) más ecológicos. Entonces, ¿cuánto tiempo pasará hasta que las criptomonedas obtengan sus credenciales ecológicas?
Las inversiones verdes son activos como bonos que pagan proyectos con resultados ambientales y sociales positivos. Los bonos verdes, por ejemplo, contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentar la capacidad de energía renovable y adoptar infraestructuras de transporte limpias.
Por otro lado, las inversiones en criptomonedas se consideran ampliamente perjudiciales para el medio ambiente, principalmente debido a la minería de criptomonedas y la enorme energía que demanda. La minería en el contexto de las criptomonedas se refiere a un mecanismo llamado «prueba de trabajo» (POW, por sus siglas en inglés) donde los «mineros» de criptomonedas utilizan computadoras especializadas para resolver ecuaciones matemáticas complejas para asegurar transacciones y crear nuevas monedas. Aquí es donde entra en juego el uso de energía.
Agencias y organizaciones como la Agencia Internacional de Energía y las Naciones Unidas han expresado su preocupación por los efectos de la criptominería, en particular Bitcoin, el criptoactivo más conocido.
La huella ambiental de las criptomonedas
El Instituto para el Agua, el Medio Ambiente y la Salud de la Universidad de las Naciones Unidas estimó que en 2020-2021, las redes Bitcoin tuvieron importantes huellas de carbono, agua y tierra. La huella de carbono de Bitcoin equivalía a quemar 38 mil millones de toneladas de carbón, mientras que su huella hídrica (utilizada principalmente para sistemas de refrigeración) habría satisfecho las necesidades domésticas de agua de más de 300 millones de personas en el África subsahariana.
El Índice de Sostenibilidad de la Red Blockchain de Cambridge sitúa el consumo de electricidad de las redes Bitcoin por encima del de varios países desarrollados, incluidos Noruega y Suecia. Para los inversores que se toman en serio el logro de objetivos ESG, este aspecto de las criptomonedas probablemente sería un factor decisivo.
También se ve dificultado por la falta de regulaciones sobre las actividades criptográficas. Después de años de estar al margen de los mercados financieros y ser considerado una empresa de «enriquecimiento rápido», las inversiones en criptomonedas se están volviendo comunes. Pero todavía hay poca regulación para proteger a los inversores y garantizar que los participantes adopten prácticas que estén en línea con los valores ESG.
Los escépticos señalan los principales problemas que afectan a estos mercados, incluido el uso de criptomonedas y plataformas para el blanqueo de dinero, la estafa y la manipulación de precios.
Por lo tanto, ciertamente es difícil defender las criptomonedas de manera ecológica. Pero al mismo tiempo, sería engañoso mirar sólo una cara de la moneda. El hecho es que las criptomonedas tienen un camino desafiante pero alcanzable para ser ampliamente aceptadas como ecológicas.
Descarbonizando la industria criptográfica
En primer lugar, la propia industria ha reconocido la necesidad de cambiar prácticas y procesos para ser más sostenible. En 2021, un número significativo de actores de la industria criptográfica firmaron el acuerdo climático criptográfico (CCA) con el objetivo a largo plazo de descarbonizar la industria criptográfica mundial para 2040.
El ACC fijó dos objetivos provisionales. El primero fue el desarrollo de estándares y tecnologías para tener cadenas de bloques 100% renovables a partir de 2025. El segundo objetivo establece que los signatarios deberían lograr emisiones netas cero derivadas del consumo de electricidad para 2030.
Los recientes avances tecnológicos sugieren que la industria ha comenzado a poner planes en acción, con la aparición de herramientas e infraestructuras sostenibles.
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Varias empresas como Mara y Argo están trabajando en tecnologías como sistemas de refrigeración por inmersión energéticamente eficientes que reducen significativamente el consumo de energía necesario para la minería.
Estas empresas también están desarrollando sistemas que pueden reciclar el calor producido por activos digitales y centros de datos, y redirigirlo para proporcionar energía a las comunidades. La implementación de estas tecnologías se ve facilitada por la relativa movilidad de los criptomineros y las oportunidades que les ofrecen algunos gobiernos y regiones.
Además, la industria de la criptografía ha visto el surgimiento de criptomonedas autoproclamadas respetuosas con el medio ambiente, como la cadena de bloques pública Cardano y Powerledger. Estas monedas utilizan un mecanismo que consume menos energía llamado «prueba de participación» (POS) en lugar de POW.
A diferencia de POW, los mineros de POS deben apostar sus tenencias (la cantidad de criptomonedas) al validar y verificar transacciones y registros. Entonces, si un minero intenta falsificar registros, podría perder su participación. El proceso elimina la necesidad de complejos cálculos informáticos y, por tanto, reduce drásticamente el uso de energía. De hecho, en 2022, la criptomoneda Ethereum pasó de POW a POS, reduciendo su consumo de energía en casi un 100%.
El camino hacia las criptomonedas verdes está siendo facilitado por instituciones como el Consejo de Estabilidad Financiera, que está tomando medidas para proporcionar marcos para la comprensión, el cumplimiento y el logro de los objetivos y valores ESG.
Juntos, estos elementos podrían abrir la puerta a un futuro en el que los inversores conscientes puedan arriesgarse con las criptomonedas.
Profesor de finanzas en la Salford Business School de la Universidad de Salford.
Esta historia apareció originalmente en The Conversation. Lea el artículo original aquí.