El dinero va más allá de la mera posesión de bienes es un reflejo de las relaciones humanas. En un mundo donde los deseos y necesidades son infinitos, pero los recursos limitados, el dinero actúa como un puente para el intercambio de estos recursos.
La confianza es el pilar que permite que este intercambio fluya sin obstáculos. Es esencial que el medio por el cual intercambiamos sea fiable, ya que esta confianza se traduce en la aceptación mutua entre las partes. Cuando confiamos en el valor del dinero, facilitamos la cooperación y el progreso colectivo. Por lo tanto, el dinero no solo es un instrumento de comercio, sino también un indicador de la confianza y el entendimiento compartido entre las personas.
El dinero fiat, como los billetes y monedas que usamos a diario, tiene valor porque existe una relación de beneficio mutuo entre el gobierno y la sociedad. El gobierno se compromete a proporcionar servicios y productos esenciales, y la sociedad contribuye al financiamiento de estos a través de los impuestos. Esta dinámica crea un ciclo en el que el dinero emitido por el gobierno es aceptado por los ciudadanos, ya que saben que este mismo dinero será reconocido y aceptado para el pago de impuestos. Así, la aceptación del dinero fiat se basa en esta relación recíproca y en la confianza de que el gobierno mantendrá su valor y utilidad dentro de la economía.
Usemos las millas como un ejemplo para ilustrar este punto. La relación entre un viajero frecuente y una aerolínea es un ejemplo perfecto de una interacción económica a largo plazo. La aerolínea ofrece vuelos y servicios, y el viajero paga por ellos. Pero no se trata solo de transacciones individuales es una relación continua. El viajero no solo vuela en el presente, sino que también planea hacerlo en el futuro. Esto permite que la aerolínea cree su propia “moneda” en forma de millas de fidelidad. Estas millas, que pueden ser otorgadas o vendidas a los clientes, se convierten en un pasivo para la aerolínea y un activo para el titular de las millas. Aunque algunos críticos podrían argumentar que la aerolínea está “creando millas de la nada”, en realidad está generando crédito para el viajero frecuente. El viajero acepta estas millas como pago, confiando en que serán útiles para futuros servicios. Así, las millas se convierten en una promesa de valor entre la aerolínea y sus clientes.
Bitcoin representa un cambio essential en nuestra comprensión del dinero. A diferencia del dinero fiat, que se basa en la relación entre el gobierno y los ciudadanos, o de programas de fidelidad, que dependen de la relación con una empresa específica, Bitcoin se sustenta en la confianza entre sus usuarios. No hay una autoridad central en su lugar, la seguridad y la transparencia de la tecnología blockchain son las que inspiran confianza.
La gente está dispuesta a aceptar Bitcoin porque cree en la robustez de su tecnología, que permite transacciones seguras sin necesidad de intermediarios. Además, muchos ven en Bitcoin una inversión, confiando en que su demanda y precio aumentarán con el tiempo. Esta expectativa de apreciación futura es lo que impulsa a las personas a aceptar y retener Bitcoin, con la esperanza de que su valor aumente. Por lo tanto, el precio de Bitcoin se basa en lo que alguien más está dispuesto a pagar por él, y esta disposición se alimenta en gran parte por la expectativa de que otros estarán dispuestos a pagar aún más en el futuro.
Desde la infancia, sin darnos cuenta, hemos estado creando formas de dinero similares a Bitcoin. Al jugar con cartas o juegos de mesa, asignábamos valor a fichas o a objetos de forma arbitraria pero consensuada. Estos objetos se convertían en moneda por un acuerdo tácito entre los jugadores, estableciendo que representaban valor. El ganador, por suerte o habilidad, acumulaba más fichas, que servían como un registro de su éxito.
Este proceso infantil es análogo a cómo funciona Bitcoin: el valor de las fichas, al igual que el de Bitcoin, reside en el consenso de su comunidad de usuarios. No hay una autoridad central que defina su valor es la comunidad quien lo hace. Así, la validez de estas “monedas” depende de la fuerza del acuerdo y la confianza entre los participantes. En ambos casos, ya sea en un juego de niños o en el complejo mundo de las criptomonedas, lo que estamos haciendo es ejercer una ingeniosa práctica de asignación de valor basada en la confianza mutua y el acuerdo colectivo.
La volatilidad de las criptomonedas refleja la delicadeza de un acuerdo social basado en la conveniencia y expectativas de los usuarios. Al igual que los niños que pierden interés en un juego por distracciones, los usuarios de criptomonedas pueden cambiar de interés rápidamente. Esto contrasta con el dinero gubernamental, respaldado por una relación más profunda y estable con la sociedad, y a veces reforzada por la coacción. Esta fragilidad en la convicción de los usuarios de criptomonedas conlleva riesgos significativos.
En la comunidad cripto, influenciada por libertarios y conservadores, a menudo se favorece la visión del liberalismo clásico de John Locke, que ve las mercancías como el dinero excellent. Según esta filosofía, el dinero debe ser algo tangible y escaso. Así, Bitcoin, un código de computadora, se transforma en una “mercancía” por su limitada oferta. Este enfoque tiende a menospreciar el dinero fiat, que se basa en la confianza y la fe en un sistema, y no en la escasez física. Sin embargo, toda forma de dinero, ya sea fiat, mercancía o código, depende de la confianza.
Para fortalecer la confianza en las criptomonedas, es crucial establecer acuerdos sociales con normativas que protejan a los usuarios. Además, se necesita una infraestructura tecnológica robusta para asegurar transacciones seguras y confiables. Por último, es esencial desarrollar casos de uso prácticos que demuestren la utilidad authentic de las criptomonedas. Estos tres pilares son fundamentales para que las criptomonedas sean aceptadas y valoradas como un medio de intercambio confiable en nuestra sociedad.
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