Una lección clave de 2022 es que la «criptomoneda de dinero» y la «criptomoneda tecnológica» deben tratarse de manera diferente. El dinero criptográfico en este contexto incluye servicios criptofinancieros como custodia, intercambios, creación de mercado, inversión y préstamo. Y la criptografía tecnológica incluye innovación de código abierto y sin permiso público, como cadenas de bloques, finanzas descentralizadas (DeFi), tokens no fungibles (NFT), juegos Net3, billeteras, herramientas e infraestructura. Las fallas en la estabilidad financiera y la protección del consumidor en criptografía no surgieron de la falla de la tecnología, sino de la falla de la supervisión y los controles. Los blue chips de DeFi continuaron operando sin problemas el año pasado, mientras que las grandes instituciones criptofinancieras centralizadas y opacas colapsaron como fichas de dominó.

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