¿Te imaginas cómo sería tu vida sin el teléfono, la computadora o el automóvil? Estas herramientas nos dan nuevos poderes: podemos comunicarnos con personas lejanas, acceder a mucha información y viajar a lugares remotos. Pero también nos traen cambios: quizás hablamos menos con nuestros vecinos, nos distraemos más fácilmente o contaminamos el medio ambiente. ¿Significa esto que debemos renunciar a la tecnología? No necesariamente. La tecnología nos hace más ricos: podemos producir más bienes y servicios, y mejorar nuestra calidad de vida. ¿Y la Inteligencia Artificial?

¿Alguna vez te has preguntado cómo se hacían las carreteras antes de que existieran las máquinas pesadas? No me refiero a las de tierra o piedra, sino a las de asfalto o cemento. Si querías construir una vía para conectar dos ciudades, tenías que contratar a mucha gente para que con picos y palas abriera el camino. El trabajo period duro y lento. El personal requerido era numeroso. Y el resultado no siempre era el mejor.

Luego, llegó la máquina. Una sola máquina con un solo operador podía hacer el trabajo de cien hombres en menos tiempo. Y con mayor calidad y seguridad. El hombre y la máquina se convirtieron en un equipo imparable. Pero claro, esto tuvo un efecto secundario: cien personas perdieron sus empleos.

¿Fue esto una tragedia? No necesariamente. También fue una oportunidad. Porque la máquina hizo que el camino costara menos. Y que la comunicación interurbana fuera más eficiente. Lo que podría incrementar el comercio entre las distintas ciudades. Entonces, esas cien personas que perdieron sus empleos ahora podían trabajar en otros oficios. Oficios que ahora eran posibles gracias a la misma máquina que los dejó sin empleo. Porque la máquina incrementó la riqueza. Ahora había más trabajo e infraestructura. Y más posibilidades de progreso y desarrollo.

Reflexiones con un ejemplo histórico: La revolución industrial. La revolución industrial fue un cambio radical en la forma de producir y consumir bienes. Algunos la vieron como una oportunidad de progreso y riqueza, mientras que otros la criticaron por sus consecuencias negativas para el medio ambiente, la salud y la sociedad. ¿Qué era mejor, seguir viviendo como en el siglo XVIII o adaptarse a la nueva realidad? El debate estaba servido. Algunos argumentos a favor y en contra eran:

A favor: La revolución industrial permitió el desarrollo de la ciencia, la tecnología, el comercio y la cultura. Gracias a ella se crearon nuevas industrias, se mejoraron los transportes y las comunicaciones, se aumentó la producción y se abarataron los precios. También se generaron nuevas clases sociales, como la burguesía y el proletariado, que exigieron más derechos y libertades.

En contra: La revolución industrial provocó graves problemas ambientales, como la contaminación del aire, el agua y el suelo. También causó enfermedades y accidentes laborales, debido a las malas condiciones de trabajo en las fábricas. Además, se produjo una desigualdad social entre los ricos y los pobres, que se tradujo en conflictos, huelgas y revoluciones.

¿Fue la revolución industrial una bendición o una maldición?

Algunos años después de la revolución industrial, el novelista y crítico social Charles Dickens escribió emotivas historias donde expuso los defectos de la sociedad victoriana. En el siglo XIX, las grandes metrópolis europeas como Londres experimentaron intensas y profundas transformaciones, que representaron un proceso muy doloroso para muchos. En las novelas de Dickens, sus personajes principales, generalmente niños, fueron víctimas con demasiada frecuencia de las gigantescas y hostiles ciudades. 

El urbanismo excesivo surgió de manera explosiva como consecuencia del sistema industrial, y la desalentadora sensación de desarraigo y desorientación invadió a la mayor parte de la población. Era una época donde imperaba la desigualdad y la cruel indiferencia. Este es el trasfondo permanente de las novelas del common escritor inglés Charles Dickens. Es cierto que la revolución industrial aportó muchos avances técnicos, pero también trajo consigo un importante atraso en lo social. La obra de Dickens resalta ese lado más oscuro de esa revolución.

A diferencia del sofisticado individual que requiere el taller artesanal tradicional, el industrial, con el uso de la máquina, pudo contratar mano de obra no calificada a sueldos irrisorios. Ahora una persona con poco o ningún entrenamiento en la confección de textiles podía producir gran cantidad de piezas solo siguiendo unas pocas instrucciones simples. Por otro lado, la superproducción le permitió al industrial inundar el mercado con productos a muy bajo precio. Bajo esta nueva realidad económica y tecnológica, la actividad industrial se centralizó en las grandes ciudades en perjuicio del campo.

Al mismo tiempo, el proceso de industrialización benefició principalmente a la minoría burguesa, pero significó la quiebra del productor artesanal en los poblados pequeños y también serios estragos para la creciente y empobrecida masa urbana que representaba la mayoría de la población de entonces. Ahora el mercado laboral estaba distorsionado. Y aunque el mercado de las mercancías estaba abarrotado de productos económicos, la calidad y el servicio sufrieron enormemente.

En la actualidad, esta dinámica la podemos observar perfectamente cuando el pequeño sastre independiente se ve forzado a competir con los trajes hechos en las fábricas chinas. Estos trajes no tienen comparación con la calidad de los trajes y el servicio personalizado que puede ofrecer un sastre profesional, pero al sastre le es muy difícil competir con los precios chinos. Lo más possible es que con el tiempo los chinos obliguen al sastre a salir del mercado.

A pesar de todas las distorsiones en el mercado laboral, el dramático incremento de la productividad debido al nuevo sistema industrial creó un nuevo mercado laboral. El poder de la tecnología para incrementar la riqueza es impresionante, pero también genera cambios y distorsiones que afectan a muchos. Sin embargo, esa riqueza adicional abre la puerta a nuevas oportunidades para quienes saben aprovecharlas. 

Por ejemplo, algunos artesanos que perdieron sus trabajos durante la revolución industrial se adaptaron a la nueva realidad y se convirtieron en empresarios, inventores o educadores. Otros se dedicaron a actividades que no podían ser reemplazadas por las máquinas, como el arte, el entretenimiento o el cuidado private. También surgieron nuevas demandas sociales, como la educación, la salud o el ocio, que crearon nuevos empleos y profesiones. 

Así, la revolución industrial no solo destruyó empleos, sino que también los creó. Claro que no fue fácil ni rápido. Hubo que pasar por muchas crisis, conflictos y ajustes para llegar a un nuevo equilibrio. Pero al closing, la humanidad salió ganando en términos de bienestar y progreso. O al menos eso dicen algunos optimistas. ¿Tú qué crees? ¿Y la Inteligencia Synthetic? ¿Amiga o enemiga?

La IA puede ayudarnos a crear riquezas. Esto se apoya en la evidencia de que la IA ya está haciendo maravillas en muchos sectores, desde la agricultura hasta la medicina. Con la IA, puedes optimizar tus procesos, crear nuevos productos y servicios, y ahorrar tiempo y recursos. Pero no todo es colour de rosa. La IA también tiene sus riesgos, como el de quedarte sin trabajo o el de que alguien use la IA para espiarte o atacarte. Por eso, es importante que usemos la IA con cabeza. 

 Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Noticias Blockchain. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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