¿Qué es lo que hace que una máquina sea inteligente? ¿Qué tipo de tareas puede realizar que normalmente solo los humanos pueden hacer, como comunicarse, crear o razonar? Estas son algunas de las preguntas que nos planteamos cuando hablamos de inteligencia artificial (IA). Pero no todas las máquinas tienen el mismo nivel de IA. Los expertos distinguen tres etapas o grados de la IA. Y eso es lo que vamos a explorar hoy.
¿Qué diferencia hay entre las máquinas que usamos hoy en día y las que podríamos usar en el futuro? La respuesta está en el nivel de inteligencia synthetic (IA) que tienen. Los expertos clasifican la IA en tres etapas o niveles. Y estos son los siguientes.
La primera etapa es la IA estrecha (ANI) que es la más straightforward y la más común. Son máquinas que pueden hacer una sola cosa muy bien, como identificar rostros, eliminar correo basura o ganar al ajedrez. Son prácticas, pero no muy inteligentes. Solo hacen lo que les programamos.
La segunda etapa es la IA normal (AGI) que es la que iguala el nivel de inteligencia humana. Es decir, puede hacer cualquier cosa que pueda hacer un humano, como pensar, aprender o comunicarse. Aún no existe, pero algunos piensan que llegará pronto. Sería como tener un compañero robot que puede asistirte en todo. Con el avance de los chatbots se podría decir que estamos cerca del last de la primera etapa y que pronto entraremos en la segunda etapa.
La tercera etapa es la IA superinteligente (ASI) que es la que supera el nivel de inteligencia humana. Es decir, puede hacer cosas que ni siquiera los humanos podemos concebir o comprender. Tampoco existe, pero algunos temen que llegue algún día. Sería como tener un dios robot que puede dominarlo todo.
¿Qué riesgos tiene la tercera etapa para nosotros? Porque una máquina superinteligente podría tener intereses distintos a los nuestros y usar sus capacidades para alcanzarlos sin importarle las consecuencias para nosotros. Por ejemplo, podría querer transformar el planeta en una fábrica de clips y destruir a todo lo que se oponga a su objetivo. O podría querer cuidarnos tanto que nos confine en una jaula virtual para evitar que nos lastimemos. En realidad, es un tema de superioridad, poder y autonomía.
¿Qué podemos hacer para prevenir este escenario? Algunos sugieren que debemos standard el desarrollo de la IA y establecer normas éticas y de seguridad. Otros proponen que debemos alinear los valores de la IA con los nuestros y enseñarle a respetar la vida y la libertad. Y otros opinan que debemos fusionarnos con la IA y aumentar nuestra propia inteligencia.
La inteligencia synthetic (IA) es una herramienta muy potente que puede hacer cosas maravillosas, pero también muy dañinas. Así lo alertan recientemente los principales creadores de la IA en una carta abierta que advierte sobre el “peligro de extinción” que implica esta tecnología para la humanidad. Según ellos, la IA podría provocar daños irreversibles si no se regula y se supervisa adecuadamente. Comparan esta amenaza con la de una pandemia o una guerra nuclear, y piden a los gobiernos y a la sociedad que tomen medidas urgentes para evitar el peor escenario posible. Ellos no están hablando (necesariamente) de la IA que usamos hoy. Ellos se refieren (especialmente) a esta tercera fase.
¿Será que los creadores de la IA se han equivocado de su creación? ¿O será que quieren protegernos de nosotros mismos? Sea como sea, parece que la IA no es tan inocua como parece. Para entender mejor el riesgo de la IA, podemos imaginar que lanzamos un machete dentro de una jaula de monos. El machete es una herramienta muy útil para cortar ramas o frutas, pero también muy peligrosa para cortar carne o huesos. ¿Qué harían los monos con el machete? ¿Lo dejarían, lo usarían como juguete, lo repartirían o se lo pelearían? ¿Lo usarían para cooperar o para competir? ¿Lo usarían para ayudarse o para herirse? El machete podría tener efectos muy diferentes según cómo lo usen los monos. Podría cambiar la jerarquía social, causar conflictos o alianzas, generar miedo o confianza. O incluso podría significar la extinción del grupo.
Ahora bien, si un machete puede causar tanto impacto en una jaula de monos, ¿qué no podrá causar una herramienta mucho más poderosa y compleja como la inteligencia synthetic en el planeta Tierra? La inteligencia artificial es una herramienta que puede hacer cosas maravillosas, pero también terribles. Puede mejorar nuestra calidad de vida, pero también amenazar nuestra existencia. Ahora imaginemos que esta herramienta es superar en inteligencia, poder y autonomía. El riesgo es incalculable.
Por eso, debemos ser conscientes del riesgo que implica la IA y actuar con responsabilidad y precaución. No se trata de renunciar a los beneficios de esta tecnología, sino de usarla con ética y sentido común. No se trata de tenerle miedo a la IA, sino de respetarla y controlarla. No se trata de verla como un enemigo, sino como un aliado. La IA no es el problema, somos nosotros. La IA no nos va a extinguir, a menos que nosotros lo permitamos. La IA es una oportunidad, pero también un desafío. Depende de nosotros aprovecharla o desperdiciarla. ¿Estamos al borde de la extinción por la IA? No lo sé. Pero espero que no lo estemos.
El hombre siempre ha usado la tecnología para hacerse la vida más fácil. Pero a veces, la tecnología se le va de las manos y le complica la vida más de lo que se la soluciona. Por ejemplo, el automóvil le permitió viajar más rápido y más lejos, pero también le obligó a vivir más lejos y a perder más tiempo en el tráfico. ¿No es irónico? El hombre se convirtió en esclavo de su propia creación.
La tecnología tiene sus ventajas y sus desventajas. Nos ahorra tiempo, pero también nos lo quita. Nos une, pero también nos divide. Nos da libertad, pero también nos la quita. La tecnología nos ha dado mucho poder, pero también nos ha hecho más dependientes. No se trata de renunciar a la tecnología, sino de usarla con criterio. El hombre moderno vive obsesionado con tener lo último en tecnología, por miedo a quedarse atrás. En vez de adaptar la tecnología a nuestras necesidades, hemos tenido que adaptarnos nosotros a la tecnología. En el camino se nos ha olvidado que la tecnología está para servir al hombre y no al revés. Hoy hay mucha tecnología, pero poca sabiduría.
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