El martes 22 de noviembre, Javier Biosca saltó desde el quinto piso de un hotel en Estepona, España. Su suicidio acabó con una carrera como bróker internacional tan breve e irregular como las criptomonedas que manejaba.

Biosca deja mujer e hijo. Sin embargo, no hay rastro del avión privado, las mansiones o los autos de lujo que supuestamente acumuló a lo largo de algunos años.

Cuando fue sepultado este viernes en Estepona, al funeral sólo acudió un reducido grupo de familiares. Además de su esposa e hijo, solo se presentaron su madre y un puñado de amigos.

Dado el estado del cuerpo, el ataúd se mantuvo cerrado.

Desde marzo de 2019 hasta el otoño de 2020, Biosca fue el mayor estafador de criptomonedas en España. Lanzando palabras como «cadena de bloques» y «cartera digital», logró engañar a cientos de clientes, incluidos abogados, notarios, empresarios y peligrosos mafiosos rusos y rumanos con sede en Andalucía, en el sur de España. Según fuentes policiales consultadas por EL PAÍS, cada persona con la que interactuaba había perdido al menos 50 mil euros en su esquema piramidal.

Biosca nació hace 50 años en Barcelona. Allí vivió hasta 2001, cuando se enamoró de Paloma Gallardo, una peluquera de la provincia de Toledo. Montaron casa juntos en Torrijos -un pueblo de menos de 10.000 habitantes- donde él intentó, sin éxito, montar una ferretería. Poco después, la pareja se mudó a Fuensalida, un pueblo cercano, donde Biosca se convirtió en diseñadora de sitios web freelance. Comenzó invirtiendo en bitcoin y perfeccionando un programa informático que le permitía realizar miles de operaciones de compra y venta de monedas simultáneamente.

En 2019, Biosca fundó Algorithms Group en Londres, una empresa dedicada a atraer pequeños inversores deseosos de subirse al carro de las criptomonedas. Un grupo de 19 amigos fueron los primeros en caer en su estafa. Propuso que hicieran tres tipos de inversiones en criptomonedas: bitcoin, ethereum y litecoin, siendo estas dos últimas alternativas a bitcoin, la criptomoneda estrella.

Biosca, supuestamente un tipo tranquilo y poco carismático, se presentó como un experto en moneda digital, capaz de aumentar la inversión entre un 20% y un 25% cada semana. Cuando su firma comenzó a operar en el verano de 2019, un solo bitcoin tenía un valor de alrededor de $10,000.

De la mano de su esposa -una mujer descrita como una “persona ambiciosa y manipuladora que hacía que Javier hiciera lo que le gustaba” por Emilia Ceballos, quien representa a muchos de los afectados por la estafa- Biosca logró hacer crecer la operación. Contrató a cuatro especialistas en relaciones públicas, que atrajeron a ricos clientes de toda España. En los primeros meses, a sus empleados se les pagaba a tiempo y sus clientes veían crecer sus carteras digitales.

Pero el boom de las criptomonedas no duró para siempre. Eventualmente, las tres monedas digitales en las que Biosca estaba fuertemente invertido comenzaron a perder valor a un ritmo mucho más rápido que su capacidad para acumular nuevos clientes. Un año después de la fundación de Algorithms Group, los salarios comenzaron a retrasarse. Y luego bajaron las comisiones: del 15% al ​​10% y luego al 8%.

A fines de 2020, Algorithms Group había dejado de pagar devoluciones a sus clientes. Alrededor de ese tiempo, el valor de bitcoin se había derrumbado a alrededor de $ 5,700. El declive solo continuaría.

En Torrijos, un pueblo centrado alrededor de una iglesia barroca, con banderas españolas en todos los balcones, nadie recuerda a Javier Biosca ni tiene mucho interés en las criptomonedas. La economía local sigue siendo anticuada, dependiente de la ganadería y la vinificación. Los únicos elementos internacionales visibles son los inmigrantes marroquíes que venden en las calles y el café suizo que vende café frente al Ayuntamiento. En la ferretería Avenida, el empleado no recuerda a ningún ex dueño que se hizo millonario.

Pero en el sur de España se recuerda mejor a Biosca y su familia. A los pocos meses de empezar a ganar dinero, marido, mujer e hijo se mudaron a una espectacular mansión en Marbella. Pagaron $15,000 mensuales de alquiler, instalaron cuatro cajas de seguridad y alquilaron varios autos de lujo. Biosca también organizó tremendas fiestas que causaron sensación en la Costa del Sol, contratando un equipo de guardaespaldas que incluía a ex policías españoles y colombianos para proteger a sus ricos invitados.

En el mundo de las criptomonedas, la apariencia es tremendamente importante para comercializar mejor un producto inestable y cuestionable. Biosca incluso llegó a informarse sobre la compra de un banco en Cabo Verde y otro en Guinea Bissau.

En marzo de 2021, varios de los clientes de Biosca, al darse cuenta de que habían sido engañados, presentaron una denuncia ante los tribunales. El juez Santiago Pedraz emitió una orden de allanamiento y captura contra Biosca por fraude, lavado de dinero, falsificación de documentos y dirección de una organización criminal.

La policía española lo capturó cuatro meses después, durante una parada de tráfico de rutina en la localidad de Nerja. Pasó ocho meses en la cárcel, hasta marzo de 2022, cuando un misterioso fiador pagó una fianza de un millón de euros.

Cuando salió de la cárcel, Biosca había perdido más de 40 libras. Durante su encarcelamiento, otros reclusos lo habían golpeado brutalmente. Según dos amigos cercanos, el garante era en realidad un grupo de personas estafadas. Cuando se dieron cuenta de que no iba a poder conseguirles su dinero, retiraron la fianza y la Audiencia Nacional ordenó el regreso de Biosca a prisión.

“Le aterraba la idea de volver a la cárcel, o de que le pegaran un tiro en la calle”, explica un allegado a Biosca. La Audiencia Nacional le acusa de un presunto fraude de 815 millones de euros. Mientras tanto, las mafias más peligrosas a las que les debía dinero ya le perseguían.

“Vivía con la angustia de que lo mataran los mafiosos rusos y búlgaros a los que había defraudado”, explica Ceballos, el abogado que representa a los respetuosos de la ley defraudados por Biosca. “Creemos que [the money] todavía está en manos de su esposa e hijo. Ella era quien manejaba los códigos y tenía acceso al dinero”, insiste el abogado.

También ha acusado a Luis Monje -quien está siendo investigado- de ser el testaferro de Biosca.

Monje, sin embargo, afirma que él es simplemente otra víctima del fraude. Contó a EL PAÍS por teléfono desde Sevilla que solo tuvo contacto con Biosca porque intentaba recuperar 1,5 millones de euros que le habían sustraído en la criptoestafa.

“La abogada de los afectados no menciona que ella también invirtió 50.000 euros en efectivo en bitcoin… la propia Audiencia Nacional le ha pedido que aclare el origen del dinero”, añade.

Las fuentes policiales consultadas por EL PAÍS confirman que Monje no estaba en Estepona el día de la muerte de Biosca. Sí señalan, sin embargo, que horas antes del suicidio de Biosca, Monje se reunió con delincuentes locales. Si le dijeron acerca de las amenazas que el estafador había estado recibiendo sigue siendo un misterio… un misterio tan grande como adónde fue a parar todo el dinero.



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